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"Viva la gramática", por Juan José Millás

"Viva la gramática", por Juan José Millás

 Con su imaginativo análisis de lo cotidiano y su habitual prosa, entre irónica y trágica, con cierto poso de amargura también, culta pero con regustos coloquiales, Juan José Millás escribe este interesante "articuento" (el número 44 en la sección Articuentos en su página web) sobre la gramática, que merece la pena leer...

Viva la gramática

Una red invisible de palabras planea sobre nuestras cabezas. Todas las conversaciones realizadas a través de los teléfonos móviles recorren la atmósfera antes de llegar a su destinatario. A las sucesivas capas de gas que rodean la Tierra habría que añadir ahora la alfabética. Esta capa, a diferencia de la de ozono, no tiene ningún agujero. Es más, no cabe una letra ya en este tejido. De no ser transparente, hace tiempo que viviríamos a oscuras. Sobrecoge la posibilidad de que un día esas palabras se solidifiquen de forma paranormal, como los aerolitos, y comiencen a caer sobre nosotros. Saldría uno al jardín y le caería a los pies una oración gramatical cualquiera: "Dile a tu madre que no voy a comer".

Si las palabras fueran materiales de construcción, hace tiempo que no se podría salir a la calle. De hecho, casi no se puede entrar ya en el tren o en el autocar de línea. Está uno intentando concentrarse en una novela de Simenon, cuando le cae encima la conversación del señor de atrás con su socio. El señor de atrás fabrica envases de plástico, aunque después de escucharle un rato, en detrimento de Simenon, se da uno cuenta de que lo que el señor de atrás fabrica son frases. Defectuosas, por cierto. En las dos horas que ha durado el viaje, y la conferencia telefónica por tanto, no ha hecho una sola construcción sintáctica como Dios manda. Espero que sus envases sean mejores, aunque lo que a él le gusta es la oratoria.

La industria del futuro es la industria sintáctica. Todo el mundo habla. No hacemos otra cosa que hablar. La atmósfera está completamente llena de conversaciones. Lo malo es que son conversaciones banales, malas, rotas, tristes, defectuosas. Tanta tecnología punta para preguntarle a la sufrida esposa dónde está la mahonesa. Pues en el tarro de la mahonesa, hombre de Dios, dónde quieres que esté. Vamos, que son mejores los teléfonos que las conversaciones. Pues bien, ahora que ya hemos conseguido una calidad impresionante en el aparato, sería hora de poner las frases a su altura. En otras palabras: viva la gramática, con permiso de Telefónica (con acento en la o).

2 comentarios

profedelengua -

¡Pues estoy de acuerdo contigo totalmente, que te voy a decir! De todos modos, a mí me gusta diferenciar enter las incoherencias y errores lingüísticos por falta de formación, descuido o poco hábito lector, de los errores por esnobismo, que son peores. Tú aludes a la moda de inventarse femeninos.
Como ya dije en algún artículo, es un error identificar género (una categoría lingüística) con sexo (una categoría biológica). Si fuese así, todos los sustantivos masculinos designarían seres sexuados masculinos, todos los sustantivos femeninos designarían seres sexuados femeninos, y todos los sustantivos neutros designarían seres asexuados, objetos, ideas... Ni siquiera en las lenguas que tienen tres géneros (ruso, alemán...) se obedece a este criterio tan estricto y poco práctico. Puede que fuera una solución "políticamente" coherente para algunos, pero totalmente absurda, ya que iría contra un principio fundamental de las lenguas: la economía. Es decir, no digas en seis palabras lo que puedes decir en dos. Imagínate: "mis colegos y colegas de lo bufet en el que lo trabajo tienen unos y unas hijos e hijas muy simpáticos y simpáticas"...
Por otra parte, se afirma en algunos círculos "progres" que el lenguaje es sexista, cuando el hecho de que el masculino incluya al femenino es todo menos sexismo. La categoría lingüística "masculino" es una clase gramatical no marcada en cuanto al género (de ahí que pueda incluir a masculinos o femeninos indistintamente).
Lo mismo sucede con el singular en la distinción de número ("La mujer [se refiere a todas las mujeres]ha alcanzado un enorme protagonismo en el siglo XXI").
Sin embargo, la categoría "femenino" está marcada por el rasgo +femenino. Así que, mira tú las cosas, el género no se mide en términos de +/- masculino, sino de +/- femenino. ¡De algún modo, el femenino es lo que importa!
Échale un vistazo a este artículo de José Antonio Martínez, catedrático de Lengua de la Universidad de Oviedo:
http://www.pensamientocritico.org/josmar1106.html
donde se explican muy bien estas cuestiones.
A ver si se va ganando un poco de cordura con el tiempo y nos centramos todos en, como dice Millás en su articuento, darle un contenido más juicioso y menos vano a todas nuestras conversaciones que pueblasn la "capa alfabética"...
Por cierto, gracias por leer este blog, uno nunca sabe si será leído...

Creditos -

La importancia de hablar bien

No me refiero a las palabras soeces y malsonantes que se repiten en los Medios de Comunicación Social, y que toda la vida se han considerado de mala educación.
Se evitaban delante de los padres y de los hijos.

Y si un niño las decía, se le corregía:

- No digas esa palabra que es muy fea.

¿Es que la buena educación ha dejado de ser un valor?

Hoy quiero referirme a hablar el castellano correctamente.

Algunos medios de comunicación social están deteriorando nuestro lenguaje.

En castellano el plural de las palabras terminadas en “i” y en “u” tónicas se hace añadiendo “es”.

El plural de “rubí” es “rubíes”; y el plural de “tabú” es “tabúes”.

Sin embargo con frecuencia se oye en los medios de comunicación social decir “iraquís!, “iranís”, “marroquís”, “israelís”, etc.

Otra falta es hacer femeninas palabras en las que el femenino va en el artículo que precede. Se dice “la estudiante”, “la testigo” y no “la estudianta”, “la testiga”.

Lo mismo que no se dice “el dentisto”, “el artisto”, ni “el periodisto”, cuando se refiere a un varón.

También es frecuente una redundancia innecesaria.

Es frecuente oír “todos y todas”, “españoles y españolas”, “alumnos y alumnas”, etc.

En castellano el masculino incluye el femenino.

Si yo digo que un matrimonio tiene cinco hijos, incluyo también a las hijas.

Si yo digo que somos ocho hermanos, incluyo también a mis hermanas, porque hermano varón sólo tengo uno.

Ya se entiende que el masculino incluye el femenino.

Alguien dijo “jóvenes y jóvenas”. ¡Ridículo!

Se le consultó a la Real Academia Española sobre esto, y ésta fue la respuesta por medio de un mensaje electrónico: “En español el masculino de los nombres apelativos, especialmente cuando se emplean en plural tiene la particularidad de incluir en su designación tanto a seres de sexo masculino como femenino. Así, cuando decimos 'los alumnos', podemos estar refiriéndonos a un colectivo formado no sólo por chicos, sino también por chicas”.

Otra incorrección es decir “las gentes”, pues los colectivos ya son plurales.

Tampoco es correcto decir Lleida y Ourense hablando castellano. Lo mismo que decimos Turín y no Torino, y Londres y no London.

En cada idioma se deben usar sus propias palabras, a no ser que no la tenga como página web en Internet.

Pero no hay por qué decir “e-mail” pudiendo decir “correo electrónico”.

Sería deseable que los directores de la Real Academia de La Lengua Española y de Radio y Televisión Española procuraran que los medios de comunicación social cuidaran la corrección del lenguaje.