Buen profesor, profesor bueno (o la importancia de la anteposición)
Hace unas semanas leí no sé dónde una reflexión interesante: hay dos clases de profesores, aquellos a los que el alumno evita cruzando la calle, y aquellos por los que el alumno cruza la calle para saludarlos. Precisamente estábamos Bea, Serafín y yo hablando en breve tertulia en el coche sobre la memoria que queda en el alumno de los profesores que van pasando por su vida. Y la cuestión llegó hasta este punto: ¿es mejor ser considerado un buen profesor, o un profesor bueno?
En general, la teoría nos dice que el adjetivo antepuesto tiene una interpretación subjetiva, mientras que el pospuesto tiene una interpretación objetiva. En ocasiones, la posición del adjetivo va más allá, hasta oponer entre sí significados muy diferentes: pobre hombre (’desgraciado’), hombre pobre (’sin dinero’). En el caso de arriba, buen profesor querría decir ’profesor cualificado, que sabe enseñar y deja huella en sus alumnos, que se gana su respeto aunque tenga que disciplinarlos’. Por otra parte, profesor bueno querría decir ’profesor bondadoso, bonachón, buena persona aunque no necesariamente buen comunicador o buen pedagogo’. Yo creo que tengo claro cómo quiero que me recuerden mis alumnos...
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