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ISRAelPROFEDELENGUA

Neruda

Neruda

Estos versos cayeron en mis manos, no sé cómo ni por qué, cuando tenía quince o dieciséis años. Los leí como quien lee algo intrascendente, sin esperar nada, con el escepticismo de un adolescente pasotilla. Pero esos versos fueron una conmoción: me causó asombro como unas palabras podían encontrar de una manera tan hermosa, tan violenta, un lugar en el que todos hemos estado alguna vez, la prisión del deseo, allí donde la pasión se confunde con el amor...

He releído estos versos con motivo de un pequeño recital por el Día de San Valentín en el IES, y he recordado con una sonrisa entre melancólica y condescendiente esa... extraña... etapa de mi vida.

A mis alumnos adolescentes, estos versos de Pablo Neruda:

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

Fotografía de altamar (en Flickr, bajo licencia Creative Commons).

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