Ángel con grandes alas de cadenas
Tanto me impactó este poema de Blas de Otero (1916-1979) cuando lo leí que no paré hasta que me compré el libro del que formaba parte: "Ángel fieramente humano" (1945). El ritmo alocado en medio de abruptos encabalgamientos, el dramatismo de las palabras... No era muy mayor cuando lo escribió, pero son interesantes (como siempre) las circunstancias que rodearon la creación de esa obra. Blas de Otero era una persona tremendamente atormentada. Estudió en un rígido colegio jesuita de Bilbao hasta que su familia se arruinó y se trasladó a Madrid, un lugar para él más excitante que lo llevó a sus primeras experiencias artísticas. El entorno familiar se derrumbó cuando tenía 16 años, con la muerte del hermano primero y del padre, tres años después. Después siempre osciló entre el deseo de vivir una vida bohemia, alejado de todo, y el deber de cuidar de su familia. Tuvo que interrumpir sus estudios de derecho para regresar a Bilbao, pero se volvió más introvertido, hundido bajo el peso de la responsabilidad. Le aliviaban sus amistades, la poesía, el fervor religioso, pero cada vez eran más frecuentes sus crisis nerviosas. Acabó Derecho en Zaragoza en 1935 y trató de vivir la vida que sentía debía vivir. Incluso preparó oposiciones. Pero tomó la decisión de volver a Madrid en 1943 para estudiar Filosofía y Letras, aunque pronto regresó nuevamente, por la enfermedad de la hermana mayor, que sustentaba a la familia. Fue demasiado.Quemó todos sus poemas, como manera de expiarse. Entre el sentimiento de culpa y las desgracias continuadas, cayó en una terrible depresión, por la que tuvo que recluirse en un sanatorio. Ahí escribió "Ángel fieramente humano". Existencialismo puro. La expresión pura de la soledad, de la angustia, de la falta de sentido de todo... La vida es una broma pesada, Dios no contesta, el hombre... el hombre...
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser -y no ser- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
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