Charlie Cole: El hombre de la plaza Tian'anmen ante los tanques del Ejército
El 13 de mayo de 1989, la plaza de Tian’anmen (‘Plaza de la Puerta de la Paz Celestial’, la más grande del mundo), se convirtió en el escenario de una de las protestas antigubernamentales más multitudinarias de la historia. Los manifestantes, en su mayoría estudiantes, reclamaban una apertura del régimen comunista; numerosos grupos de obreros secundaron la protesta a causa de la corrupción política y la escalada de precios. El 4 de junio, después de que centenares de estudiantes hubiesen incluso iniciado una huelga de hambre, el Gobierno envió el ejército para suprimir las protestas; la Plaza fue abandonada, pero en las calles aledañas se libró una auténtica guerra campal en la que, según fuentes no oficiales, murieron 2500 personas (las fuentes gubernamentales hablaron de 400 muertos). El 5 de junio el fotógrafo norteamericano Charlie Cole, enviado especial de Newsweek, tomó con un teleobjetivo desde la octava planta del hotel Beijing (a unos 800 metros) la imagen de hoy, en la que un hombre anónimo se sitúa solo, en pie, ante una columna de tanques. La fotografía, premio World Press Photo 1989, dio la vuelta al mundo y el Tank men, “el hombre del tanque”, se convirtió en el icono de la lucha democrática contra la represión. La imagen es sencilla, pero impactante, por la contraposición de los dos sujetos principales: el hombre y la columna de tanques. El enmarque sin horizonte (solo aparece la calle) y la sucesión de líneas diagonales que “llenan” la fotografía favorecen la plasticidad de la imagen.
Casi 20 años después, el tema de Tian’anmen es todavía tabú en los círculos políticos chinos, y numerosas voces autorizadas siguen acusando al gobierno de ese país de no respetar derechos humanos fundamentales.
A continuación podéis leer traducido al castellano el espeluznante relato de Charlie Cole de los hechos para la BBC:
"En mayo de 1989 fui enviado por la revista Newsweek a Beijing para cubrir como fotógrafo las protestas diarias de estudiantes, que cada vez eran mayores. Dos de los fotógrafos de la revista, Peter Turnley y Andy Hernández ya llevaban algún tiempo allí. Unos pocos días después de mi llegada, las protestas parecían haber tocado techo. Las concentraciones y la actividad habían declinado tanto que muchos de los fotógrafos y escritores empezaron a retornar a sus respectivas bases en la región asiática. Newsweek me dijo que me quedara.
En la tarde del 3 de junio, después de un día de tensos enfrentamientos entre el Ejército de Liberación del Pueblo y los manifestantes, el ejército empezó a rodear el centro de la ciudad y eventualmente empezó a colocar tanques y vehículos blindados de transporte de tropas en el corazón de la Plaza de Tian’anmen. En el fondo de la plaza, justo enfrente de la Ciudad Prohibida, uno de estos vehículos se separó de su columna, y en su intento por salir de la zona de manifestación, atropelló a varias personas. Esto, a su vez, provocó que la gente se volviera más violenta. Inutilizaron el vehículo, sacaron a la tripulación, los mataron, y quemaron el carro. Todo se hizo a la vista de varios pelotones del ejército a unos 150 metros en el borde de la plaza. De pie, al lado del vehículo en llamas, miré la final de la avenida y en el brillo naranja de las luces de la plaza pude ver como el ejército aseguraba y cargaba sus AK-47.
Miré alrededor buscando cobertura, pero no había ninguna -las únicas zonas que ofrecían alguna protección estaban detrás en la avenida Changan cerca del Hotel Beijing. Justo en el momento en que alcancé unos árboles en la avenida, los soldados abrieron fuego contra la muchedumbre en el fondo de la plaza. El pánico se apoderó de todos mientras la gente era alcanzada.
Estaba demasiado oscuro y era muy difícil sacar fotos; usar el flash evidentemente no era una buena opción. Miré alrededor y decidí que la única fotografía posible tenía que tomarse desde el tejado de un edificio alto, con una amplia perspectiva de la plaza. Entré en el Hotel Beijing, pero al entrar, fui placado por miembros de la policía secreta china. Uno de los agentes me golpeó en el costado con una porra eléctrica. Otros me dieron puñetazos y patadas. Me arrancaron el chaleco de fotógrafo y me quitaron todos los rollos que había utilizado esa tarde-noche. Iban a quedarse las cámaras pero les convencí de que eran inútiles sin película, así que me las devolvieron y les dije que me iba a mi habitación. La secreta no había encontrado tres rollos sin usar en uno de los bolsillos interiores del chaleco.
Mientras corría por el vestíbulo del hotel, choqué con mi amigo Stuart Franklin, un fotógrafo de Magnum contratado por Time magazine. Stuart tenía una habitación en el hotel, en la planta octava, y desde el balcón teníamos una buena vista de lo que estaba sucediendo. En esos momentos había bastantes disparos de armas automáticas y podía ver a gente corriendo con rickshaws [los carritos típicos chinos] trasladando a los heridos para llevarlos al hospital. Conté 64 heridos o muertos en un corto periodo de tiempo y entonces dejé de contar. Stuart y yo intentamos sacar fotos con la luz natural de la calle pero dio muy poco resultado. Entre las cuatro y cinco de la mañana, columnas de tanques entraron en la plaza aplastando en su camino arbustos, bicicletas y cuerpos. Cuando empezó a salir el sol, pudimos ver las tropas armadas en la plaza escoltadas por miles de soldados del ejército.
Al día siguiente, 5 de junio, Stuart y yo nos encontrábamos otra vez en el balcón. Mientras la mañana avanzaba, cientos de soldados se alineaban en los extremos de la plaza y se escondían tras las barricadas. Sus fusiles apuntaban a los estudiantes. En casi todos los tejados, incluyendo el nuestro, podíamos ver agentes de la secreta con prismáticos y radios intentando controlar la zona.
Al mediodía, oímos arrancar a los vehículos de transporte de tropas, que empezaban a salir de la plaza. Para despejar la avenida Chang’an, algunos de los soldados con ametralladora abrieron fuego sobre la gente, que huyó otra vez presa del pánico. Donde antes había cientos de personas, ahora solo quedaban bicicletas abandonadas y autobuses quemados. Poco después, una columna de unos 25 tanques empezó a bajar por la misma avenida. Stuart y yo estábamos hombro con hombro, disparando las cámaras mientras avanzaban los tanques. De repente en la acera, vimos a un hombre joven, con una chaqueta en una mano y una bolsa de la compra en la otra, ponerse en el camino de los tanques en un intento de detenerlos.
Era una cosa increíble, especialmente tras haber visto a los soldados despejar la calle con metralletas. No me lo podía creer, y seguí disparando anticipándome a lo que creía que sería su final. Para mi sorpresa, el primer tanque se detuvo, e intentó avanzar evitando al joven. Pero este se volvió a interponer una y otra vez, subiéndose incluso al tanque. Finalmente la policía secreta lo cogió y se lo llevaron. Stuart y yo nos miramos con el asombro de no acabar de creer lo que acabábamos de ver y fotografiar.
Más tarde, Stuart se fue a la Universidad de Beijing; yo me quedé para ver si pasaba algo más. Poco después de irse él, agentes de la policía secreta irrumpieron en la habitación. Cuatro agentes me agarraron mientras otros cogían mis cámaras. Arrancaron los rollos de mis cámaras y me confiscaron el pasaporte. Después me obligaron a escribir una declaración de que había estado sacando fotos durante un periodo de Ley Marcial, prohibición que yo desconocía y que conllevaba una larga sentencia de prisión. Después pusieron un guardia en la puerta. Había escondido el rollo de las fotos en su contenedor de plástico y lo había sumergido en la cisterna del baño. Cuando se fueron, lo recuperé y conseguí llegar a AP (Asociated Press) para revelarlo y transmitirlo a Newsweek en Nueva York. Otros tres fotógrafos tienen fotografías desde distintos ángulos.
Varias agencias y revistas han intentado descubrir la identidad del hombre y lo que hicieron con él. He visto a varias fuentes llamarle Wang Wei Lin, pero no es seguro. Personalmente creo que el gobierno lo ejecutó. Habría ido en interés del gobierno mostrarlo vivo para acallar las protestas del resto del mundo. Pero nunca pudieron. En aquellos tiempos la gente era ejecutada por mucho menos que lo que hizo él. Pienso que su acto cautivó los corazones de la gente en todo el mundo, y cuando llegó el momento su carácter definió el momento en vez de dejar que el momento lo definiese a él. Él compuso la imagen, yo solo saqué la foto. Fue un honor estar allí."
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