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"Conectar con los más pequeños", por Ferrán Ramón Cortés

He aquí un interesante artículo de Ferrán Ramón Cortés, publicado en El País Semanal el 26 de abril de 2009. Es un poquito largo pero merece la pena:

Conectar con los más pequeños

Muchas veces hablamos a los niños como si fueran adultos.
Pero nuestras palabras son muy poco estimulantes para ellos, y no despertamos su interés. ¿Cómo podemos comunicarnos mejor con los niños?

Cuando mi hija empezaba a leer, un día, libro en mano, me preguntó:

- Papá, ¿qué es generoso?

Se lo intenté explicar lo mejor que pude. Le conté que ser generoso consiste en dar a los demás, en compartir las cosas, en no quererlo todo para ti...

- ¿Lo has entendido? -Le pregunté-.

Al tiempo que corría por el pasillo hacia su habitación, oí que me contestaba:

- Creo que si.

Pasaron algunas semanas, y una tarde me volvió a preguntar:

- Papá, ¿Qué era lo de generoso?

Batalla perdida, pensé. Quizás lo había entendido en su momento, pero evidentemente no lo había interiorizado, y por ello ya no lo recordaba. Probé con otra estrategia: en lugar de insistir con mis explicaciones, le conté una historia. Un ejemplo de generosidad de una persona muy cercana a ella: su abuela. Escucho atentamente mi relato con los ojos abiertos como platos, y una gran sonrisa en sus labios. Yo noté que esta vez algo se estaba moviendo dentro suyo.

Algunos meses más tarde, volviendo de la escuela me dijo:

- ¿Sabes papá?, hoy en el “cole” hemos hablado de lo de ser generoso. Y yo les he dicho: “como mi abuela”.

Ahora estaba seguro: no sólo lo había entendido, sino que probablemente lo recordaría para siempre.

Conectando con los niños.

“La distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento” (Anthony deMello).

Como adultos, estamos acostumbrados a comunicarnos mediante explicaciones conceptuales. Un código de comunicación que compartimos y que permite que nos entendamos perfectamente entre nosotros. Lo utilizamos cuando nos comunicamos entre adultos, y por extensión lo utilizamos también con los niños. Pero la mente infantil es poco receptiva a este código. A los niños les entrar en el significado de los conceptos, y aunque los pueden entender, difícilmente los recuerdan por mucho tiempo. Las explicaciones conceptuales calan muy poco en sus mentes infantiles, y les llegan muy poco. Por eso nos parece que tenemos que repetirles doscientas veces las cosas para que las asimilen, cuando lo que ocurre es que no les interesa lo que les contamos. Y es que sin darnos cuenta, les hablamos en un código de adultos, que los adultos entienden y comparten, pero que a ellos les es completamente ajeno.

Pero comunicarnos con los más pequeños no es difícil. Exige solamente un cambio de código. Hemos de abandonar las explicaciones conceptuales y cambiarlas por la narración simbólica, es decir, las historias, los cuentos, las metáforas, las vivencias, o cualquier otro recurso narrativo que se nos ocurra.

Podemos explicarle a un niño veinte veces la necesidad de comer verduras. Ni le interesará ni lo comprenderá realmente. Pero una buena historia, con un héroe alimentado de verduras (al más puro estilo de Popeye y sus espinacas), le transmitirá perfectamente la idea, y no lo olvidará fácilmente.

El poder de las historias

“La mente es una criatura metafórica” (Michael A. Arbib).

La mente de los niños es especialmente sensible a la fantasía. Y lo que es más importante, como son muy listos, son perfectamente capaces de conectar esta fantasía a su vida real aprendiendo de las historias.

Los cuentos o las historias comunican mucho más que las meras explicaciones. En primer lugar, porque el niño las visualiza, las imagina, las vive. Se las hace suyas, atesorándolas y fijándolas en la memoria. En segundo lugar porque conectan con sus experiencias y con todo lo que ocurre a su alrededor. El niño le da significado a la historia estableciendo precisos paralelismos con su vida. Las historias conectan con vivencias y realidades que son únicas e individuales de cada niño que las recibe. Y en tercer lugar, porque las historias mueven emociones, cosa que difícilmente hace una mera explicación. Mover sentimientos es una clave esencial para fijar el recuerdo. No sólo en los niños, también en los adultos, las cosas que sólo se entienden, se olvidan. Las que además se sienten, se recuerdan para siempre.

Historias para educar y para transmitir valores.

“Los cuentos son para los niños una parábola de la vida” (Dr. Eduard Estivill).

Los niños se encuentran inmersos en pleno proceso de desarrollo de su personalidad. Es un momento crucial para que entiendan el significado de determinados valores, y para que den sentido a sus comportamientos. Es una etapa en la que necesitan información, y quieren comprender el significado de muchas cosas que ocurren a su alrededor. Y nosotros, como adultos, también nos vemos en la necesidad de explicarles muchas cosas que no son fáciles de explicar.

La separación de los padres de un amigo, la venida al mundo de un nuevo hermano, un compañero de clase que viene de un país lejano y no habla nuestro idioma, la muerte de un abuelo... hay mil cosas que vamos a tener que explicar a los niños porque son situaciones que ya están viviendo o que un día les tocará vivir.

A veces no sabemos “ni como ponernos a ello”. Sin embargo, es mucho más fácil de lo que parece. Nos basta con buscar, o inventar, una buena historia. Una historia que haga que el niño se meta en la situación que le queremos contar. Que la viva en su imaginación y la llene de fantasía. Si lo hacemos así, nos daremos cuenta que las preguntas vienen solas e inmediatamente al término de nuestro relato, prueba de que la historia ha despertado en el niño todo lo que tenía que despertar.

Cuentos para transmitir afecto.

Cuando explicamos historias a los más pequeños, además de educarles o enseñarles algún concepto (si la historia está pensada para ello), obtenemos un beneficio adicional: establecemos un fuerte vínculo de afectividad. A través de un cuento compartimos con el niño un espacio de fantasía que él aprecia y valora especialmente. Y de alguna manera, nosotros mismos acabamos siendo parte de la historia. Porque el cuento que le contemos tendrá los matices y la fuerza que le demos a través de nuestra entonación, de nuestra particular manera de contarla. Esto genera una gran complicidad con los pequeños, que querrán que le repitamos el cuento una y otra vez, exactamente con las mismas palabras, con las mismas inflexiones, sólo para disfrutar del momento.

Este es un efecto que si nos paramos a pensarlo no nos es en absoluto ajeno. Porque es exactamente igual a lo que nos paso a nosotros de pequeños, con los cuentos que nos contaban nuestros padres, y que esperábamos con impaciencia cada noche.

Cuentos para mantener el recuerdo.

Es bueno que los pequeños conozcan a sus antepasados, que tengan una historia familiar y que conozcan a toda la “saga”. Es bueno también que recuerden a los que ya nos han dejado, y a los que han tenido un papel especial en sus vidas. Todo esto lo podemos contar también con las historias. Historias que haremos a medida, y en las que los personajes y los héroes serán estos familiares a los que queremos recordar.

El recuerdo contiene siempre una importante dosis de distorsión. No nos debe preocupar que tenga, además, una buena aportación de fantasía. Lo importante es asegurarnos que lo mantenemos vivo.

“Jugando” con las reglas.

Otro aspecto fundamental en la comunicación con los niños es el establecimiento de normas o de pautas de conducta. También aquí el código que utilicemos será crucial.

Es difícil que un niño “entienda” que debe despertarse a las 7.15, que tiene que estar desayunando a las 7.35, y que a las 8.00 hay que salir hacia la escuela. Se lo podemos repetir cien veces que no lograremos mucho. Y recordar las normas cada mañana al tiempo que nos enfadamos porque vamos con retraso no ayuda mucho. ¿Cómo puede hacerse cargo un niño de lo que significa todo esto?. Hacer un juego de todo ello es mucho más efectivo. Marcar en el reloj de la cocina una gran línea roja, “jugar” a acercarse a la línea, hacer de los últimos minutos unos momentos de máxima expectación, y premiar con un punto la victoria convierte la norma en un reto. Y hará que la recuerden, y sobretodo que la aprendan.

¿Que no estamos muchas veces para juegos? Debemos saber que si recurrimos a la norma explícita, y a la “bronca” no la acabaran de comprender. Sabrán que les están riñendo, pero no sabrán exactamente porqué ni qué tienen que hacer para solventarlo. Es cierto que no todas las normas admitirán un juego, pero si una dosis de fantasía, una metáfora o una pequeña historia. Y es bueno que lo hagamos, porque es su lenguaje, y lo que queremos es que nos entiendan.

Bienvenidos al mundo de la fantasía.

Hay un montón de historias que nos van a ayudar a comunicarnos con los pequeños, desde las historias clásicas hasta los libros de cuentos que se han publicado especialmente para transmitir determinados valores. Pero nuestra imaginación también debe ponerse en juego en este punto. Si queremos conectar con nuestros niños, nada tiene más poder que una historia propia. Inventemos personajes. Démosles vida. Movámonos en mundos imaginarios para dar nuestros mensajes y crear estrechos vínculos. Todas estas historias creadas, todos estos personajes inventados, nos serán de gran ayuda cuando necesitemos transmitirles algo. Ellos hablarán por nosotros, nos ayudarán a poder crear reglas, a poder explicar mejor nuestros mensajes. Estos personajes acabarán formando parte de la familia por un tiempo, y harán un maravilloso trabajo. Yo elegí un pulpo que hablaba, que se nos había “colado” en el coche en nuestro último viaje a Menorca... y aquel pulpo, que tenía nombre y que acabamos dibujando en una gran cartulina, me ayudó muchísimo a explicarles muchas cosas.

 Olvidarse de la razón. Atender a su lógica.

Los niños son extremadamente listos. Y tienen una lógica aplastante. A los cuatro años, el primer día que fuimos a esquiar, mi hijo andaba buscando la “tele” del telesilla: “ ¿Los telesillas no son sillas con tele?” –me dijo-

No caiga en la tentación de explicarle que “tele” es lejos, que “televisión” es una visión remota, o que “telesilla” son sillas que te permiten cubrir una cierta distancia. Conecte con su lógica y métase de lleno en su fantasía. Es usted quien ha de ir a su mundo, no traerlos a ellos al nuestro... todavía.

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