"Soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla..."
Ayer fui a ver También la lluvia, la película dirigida por Íciar Bollaín e interpretada por Luis Tosar y Gael García Bernal. Os recomiendo encarecidamente verla: es un sublime ejercicio de comparación entre dos historias de colonialismo y explotación, una del pasado, otra del presente. El equipo de producción de una película llega a Bolivia con la intención de sacar adelante, contra viento y marea, su proyecto, que consiste básicamente en relatar la historia del Descubrimiento de América, haciendo hincapié en la visión de los conquistados, denunciando las atrocidades de los conquistadores. Pero una revolución del presente torpedea sus planes... O no, quizá la revuelta popular, por causa de la privatización del servicio de abastecimiento de agua, les devuelve a los integrantes del equipo a la realidad en la que son ellos los que deben tomar decisiones importantes...
En fin, no era mi intención escribir una crítica, sino transcribir un pequeño pero enorme discurso que captó mi atención. En un momento de la película, el actor que interpreta al fraile dominico Antonio de Montesinos ensaya la escena de un sermón. Ese sermón fue pronunciado el 21 de diciembre de 1511, y había sido consensuado por todos los frailes que componían la comunidad dominica de la isla, escandalizados ante los atropellos que sufrían los indios nativos. Fue Montesinos el encargado de pronunciarlo ante un nutrido grupo de soldados y colonos. El texto original no se ha conservado, pero lo conocemos gracias a Bartolomé de las Casas, y dice así:
Soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto conviene que con atención la oigáis, la cual les será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír. Esta voz es que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid: ¿Con que derecho y con que justicia tenéis en tan cruel y tan horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido en sus enfermedades, que los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Estos no son seres humanos? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? Tened por cierto que, en este estado en que estáis, no os podréis salvar más que los que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.
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