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ISRAelPROFEDELENGUA

Kierkegaard y el anuncio de AXE

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El último anuncio de AXE, que invita a la fiesta del fin del mundo, me hizo pensar en la historia del payaso de Kierkegaard.

Al danés Søren Kierkegaard (1813-1855) se le considera el padre del Existencialismo. En realidad, el Existencialismo surgió como movimiento filosófico -aunque poco homogéneo- en la primera mitad del siglo XX (Heidegger, Sartre...), y descubrió en el filósofo de Copenhague una especie de ascendiente ideológico.

Siempre me ha parecido el Existencialismo una de las corrientes filosóficas más interesantes. No resolvió ningún misterio, cierto, pero al menos discutió acerca de los verdaderos problemas del ser humano, más allá de la filosofía fría, académica, metódica, de los siglos anteriores: el (sin)sentido de la vida, la (in)significancia del hombre, la (in)trascendencia de la muerte, el dilema de la libertad, de la fe, del tiempo... El existencialista trata de comprenderse a sí mismo, de encontrar una justificación a su existencia. Unamuno, autor al que adoro por cierto, es el escritor español que más me encaja en este perfil.

El existencialismo del siglo XX bebió del concepto de angustia que Kierkegaard planteaba: para él, la angustia era ese sentimiento de vacío, inherente al ser humano, pero un estado ideal al fin y al cabo, ya que lleva al hombre más allá de sí mismo, a lo trascendente, a Dios, a lo que el danés llamaba etapa ética. Sin embargo, Kierkegaard afirmaba que muchas personas se quedan en una etapa estética, apegados al mundo de los sentidos, tratando infructuosamente de apagar ese vacío llenándolo de cosas y sensaciones materiales (papá, parece que estás hablando tú Guiño), una vía que para Kierkegaard conduce ineludiblemente a la desesperación.

En un relato francamente inspirado, Kierkegaard se imagina una humanidad que festeja su propio apocalipsis:

Una vez sucedió que en un teatro se declaró un incendio entre bastidores. El payaso salió al proscenio para dar la noticia al público. Pero éste creyó que se trataba de un chiste y aplaudió con ganas. El payaso repitió la noticia y los aplausos eran todavía más jubilosos. Así creo yo que perecerá el mundo, en medio del júbilo general del respetable que pensará que se trata de un chiste.

Yo no sé si el mundo afronta el fin de los días, o simplemente es únicamente el hombre quien se asoma en solitario al precipicio. Pero ignorar esta cuestión no parece un asunto de frívolo hedonismo, sino de pura estupidez. Kierkegaard así lo creía. ¿Se dejaría llevar alguna vez el buen danés por la tentación de cerrar los ojos a lo inevitable, de abandonarse al yo, al aquí, al ahora?

Luis Alberto de Cuenca expresó genialmente esa invitación al placer, tan típicamente posmodernista:

Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlele los rosales
que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado.

Vale. Pero antes de morir, dejémoslo claro, ya apestamos. Bailamos, sudamos, apestamos. Y temerosos de que se apague la música, seguimos bailando, sudando, apestando. Pero para este olor no hay desodorante que valga. Ni siquiera AXE.

3 comentarios

israelprofedelengua -

Ay, compañeros... Cierto, a veces me dejo llevar por un pesimismo ácido; otras, por un vitalismo casi onanista; otras, por un optimismo candoroso... Hoy tocaba lo primero. Contradicciones al más puro estilo barroco.

Luis -

Ahí estamos; Isra!! Apocalípticos del mundo, unámonos. Yo creo que los que nos vamos a tomar viento somos nosotros -una especie más de las que han poblado y poblará el planeta- el mundo se quedará aquí unos cuantos millones de años más. siempre he estado de acuerdo con ese planteamiento sobre lo vacío de una existencia apegada a los sentidos. el hedonismo acaba aburriendo y degenera al que lo persigue compulsivamente.

Juanjo -

Recuerdas a la medieval "Danza General de la Muerte". Y yo no apesto.