La boa
Un corro de mujeres preocupadas se arremolinó ante el chico, pálido como un fantasma. Las piernas en alto. Así... Dejadle espacio para que respire. Poco a poco recobró la consciencia… Ya, ya estoy mejor. Estaba avergonzado. Pero no por saberse el centro de todas las miradas, no. Avergonzado por haber perdido el sentido como un idiota, ante la visión de aquella diosa rubia ceñida en licra negra, que delante de él había estado flexionando, estirando, flexionando, estirando, ondulando su cuerpo celestial hacia adelante y hacia atrás, hacia adelante y hacia atrás, como una ola ingrávida, como una boa salvaje encerrada en la jaula de una clase de pilates.
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israelprofedelengua -
maite -