Blogia
ISRAelPROFEDELENGUA

Perlas teatrales

"Las bicicletas son para el verano", de Fernando Fernán Gómez

Cartel de la versión cinematográfica de la obra.

Las bicicletas son para el verano es la deliciosa obra de teatro con la que Fernando Fernán Gómez (1921-2007) ganó el premio Lope de Vega, en 1977. Cinco años más tarde la obra se representó, por fin, en el Teatro Real de Madrid el 24 de abril de 1982, de la mano de actores como Agustín González, quien también protagonizó la versión cinematográfica que Jaime Chávarri dirigiría al año siguiente.

Las bicicletas son para el verano refleja la vida normal de una familia madrileña normal durante la Guerra Civil, con sus preocupaciones, sus aspiraciones... Me impactó al instante; al leerla, vislumbré hasta qué punto una inmensa mayoría de españoles que no eran conscientes del desastre que se avecinaba, fueron envenenados por una minoría de fanáticos que los arrastraron a una guerra que en realidad nunca entendieron (esta es la tesis que lleva Arrabal al absurdo en Picnic). Por supuesto, el autor retrata en sus personajes la diversidad de posicionamientos ideológicos de los españoles de la época, desde el nulo compromiso político hasta el anarquismo más utópico. Anselmo, el anarquista, sirve de portavoz a las ideas del Fernán Gómez adulto, pero en realidad, el autor se identifica con Luisito, el chico de quince años (la edad que Fernán Gómez tenía en 1936, y que hoy tienen nuestros alumnos de 3º/4º de ESO) que quiere que su padre le compre una bicicleta para el verano. Desgraciadamente, ese verano feliz nunca llega, y la bicicleta se convierte en un símbolo de ilusiones y sueños rotos.

Os dejo con la primera escena, que espero que os sirva de estímulo para que leáis, aquellos que no lo habéis hecho, este magnífico texto teatral.

(Campo muy cerca —casi dentro— de la ciudad. Cae de plano el sol sobre los desmontes, sobre las zonas arboladas y los edificios a medio construir. Se oye el canto de los pájaros y los motores y las bocinas de los escasos coches que van hacia las afueras. Por las carreteras sin asfaltar, por los bosquecillos y las zonas de yerba, pasean dos chicos como de catorce años, PABLO y LUIS. Llevan pantalones bombachos y camisas veraniegas.)

PABLO.—Me ha dicho Ángel García que a él le ha gustado un rato. Es de guerra, ¿sabes?

LUIS.—Ya, ya lo sé.

PABLO.—A mí son las que más me gustan.

LUIS.—¿Vas con tus padres?

PABLO.—Sí, como todos los domingos. Se han empeñado en ir al "Proye".

LUIS.—Pero ahí echan Vuelan mis canciones.

PABLO.—Claro, por eso. Me han mandado a las once a la cola, pero yo he sacado las entradas para el "Bilbao". Luego les digo que en el "Proye" ya no quedaban, y listo.

LUIS.—Se van a cabrear.

PABLO.—Sobre todo mi madre. Las de guerra no las aguanta.

LUIS.—La mía tampoco. Le gustan sólo las de amor.

PABLO.—¿Tú cuál vas a ver?

LUIS.—Yo, Rebelión a bordo, de Clark Gable.

PABLO.—Todavía no la he visto. Debe de ser de piratas.

LUIS.—Sí; a mí, por las fotos, eso me ha parecido.

PABLO.—¿Vas con Arturo Romera?

LUIS.—Sí. Vienen también Ángel García y Socuéllamos.

PABLO.—¿Y Charito y Coca van a ir con vosotros?

LUIS.—No las han dejado en sus casas.

PABLO.—Os habrán dicho eso. Seguro que se van con los del Instituto Escuela.

LUIS.—(Con un falsísimo encogimiento de hombros trata de simular indiferencia.) Bueno.

PABLO.—Ayer estuvimos en el "Ojo del Lagarto" y estaban allí con ellos dos.

LUIS.—Sí. Van todas las tardes. (Quizá para cortar la conversación, se deja caer por un pequeño terraplén al que han llegado. PABLO le sigue.) ¿Y novelas de guerra has leído? Yo tengo una estupenda.

PABLO.—¿Cómo se llama?

LUIS.—El tanque número 13. Si quieres, te la presto.

PABLO.—A mí no me gusta leer novelas. El cine, sí. En el cine lo ves todo. En cambio, en las novelas no ves nada. Todo tienes que imaginártelo.

LUIS.—Pero es como si lo estuvieras viendo.

PABLO.—¡Qué va! Y, además, son mucho más largas. En el cine en una hora pasan la mar de cosas. Coges una novela, y en una semana no la acabas. Son un tostonazo.

LUIS.—Pues yo en una novela larga, de las que tiene mi padre, tardo dos días. Bueno, ahora en verano, que no hay colegio. Y me pasa lo contrario que a ti: lo veo todo. Lo mismo que en el cine.

PABLO.—No es lo mismo.

LUIS.—Pero bueno, tú, cuando lees novelas verdes, ¿no ves a las mujeres?

PABLO.—Bueno..., me parece que las veo. Pero, ¡joder, si hubiera cine verde!

LUIS.—¿Y no te crees que las cosas que cuentan en esas novelas te están pasando a ti?

PABLO.—Sí, pero eso es otra cosa.

LUIS.—Es igual. Yo, ahora mismo, me acuerdo de El tanque número 13 y puedo ver aquí los combates.

PABLO.—¿Aquí?

LUIS.—Sí, esto podría ser un buen campo de batalla. En aquel bosquecillo está emboscada la infantería. Por la explanada avanzan los tanques. Los tanques y la infantería son alemanes. Y allí, en aquella casa que están construyendo, se han parapetado los franceses.

PABLO.—Aquello va a ser el Hospital Clínico.

LUIS.—Ya, ya lo sé.

PABLO.—También habría nidos de ametralladoras.

LUIS.—Sí, aquí, donde estamos nosotros. Un nido de ametralladoras de los franceses. (Gatean hasta la elevación por la que se han dejado caer. Imitan las ametralladoras.) Ta-ta-ta-ta...

PABLO.—Ta-ta-ta-ta...

LUIS.—Primero avanzan los tanques. Es para preparar el ataque de la infantería... Alguno vuela por los aires, despanzurrado... ¿No lo ves?

(PABLO le mira, sorprendido.)

LUIS.—Aquel de allí... Es porque todo este campo está minado por los franceses... ¡Dispara, dispara, Pablo, que ya sale la infantería del bosquecillo! ¡Ta-ta-ta! ¡Ta-ta-ta!

PABLO.—(Que se ha quedado mirando fijamente a LUIS.) ¡Pero bueno, tú estás chalado perdido!

LUIS.—(Suspende su ardor combativo.) Hombre, no vayas a pensar que todo esto me lo creo.

PABLO.—Pues lo parece.

LUIS.—No es eso. Lo que quería explicarte es que si leo una novela de guerra, pues lo veo todo... Y luego, si salgo al campo, lo vuelvo a ver. Aquí veo a los soldados de El tanque número 13 y de Sin novedad en el frente, que también la he leído. Y lo mismo me pasa con las del Oeste o las policíacas, no te creas... 

(Por la expresión de PABLO se entiende que no tiene muy buena opinión del estado mental de su amigo.)

LUIS.—(Se ha quedado un momento en silencio, contemplando el campo.) ¿Te imaginas que aquí hubiera una guerra de verdad?

PABLO.—Pero ¿dónde te crees que estás? ¿En Abisinia? ¡Aquí qué va a haber una guerra! 

LUIS.—Bueno, pero se puede pensar.

PABLO.—Aquí no puede haber guerra por muchas razones.

LUIS.—¿Por cuáles?

PABLO.—Pues porque para una guerra hace falta mucho campo o el desierto, como en Abisinia, para hacer trincheras. Y aquí no se puede porque estamos en Madrid, en una ciudad. En las ciudades no puede haber batallas.

LUIS.—Sí, es verdad.

PABLO.—Y, además, está muy lejos la frontera. ¿Con quién podía España tener una guerra? ¿Con los franceses? ¿Con los portugueses? Pues fíjate, primero que lleguen hasta aquí, la guerra se ha acabado.

LUIS.—Hombre, yo decía suponiendo que este sitio estuviera en otra parte, que no fuera la Ciudad Universitaria, ¿comprendes? Que estuviera, por ejemplo, cerca de los Pirineos.

PABLO.—¡Ah!, eso sí. Pero mientras este sitio esté aquí es imposible que haya una guerra.

LUIS.—Sí, claro. Tienes razón.

(PABLO y LUIS se levantan, se sacuden el polvo de sus pantalones bombachos y siguen su paseo.)

"Picnic", de Fernando Arrabal. Y de paso, un monólogo de Gila...

"Picnic", de Fernando Arrabal. Y de paso, un monólogo de Gila...

Hoy leímos en clase de 2º de ESO un fragmento de Picnic, una obra de Fernando Arrabal. Muchos sabrán de la excentricidad de este escritor, que un día apareció con una solemne borrachera en un programa de debate de Televisión Española... Su peculiar vestimenta y su singular oratoria son más conocidas que sus obras literarias. Sin embargo, Arrabal es más que uno de esos intelectuales raritos que se pasan las convenciones sociales por el forro. Su apasionante biografía pasa desde la desaparición del padre, un teniente del Ejército que renunció a unirse a la causa de Franco, a su consideración de "enemigo público" por parte del régimen franquista, junto con otros españoles "peligrosos", como Dolores Uribarri o Santiago Carrillo. 

Arrabal es un artista integral: novelista, poeta, dramaturgo, ensayista, libretista de ópera, director y guionista de cine... Su pasión por la escena le hizo, en 1954, hacer autostop a París para presenciar una representación de una obra de Bertolt Brecht. En su haber figuran auténticas obras maestras de la literatura, como Picnic, una obrita teatral que trata el tema del belicismo y la Guerra Civil con una óptica grotesca y disparatada, en la línea del "teatro del absurdo" de Samuel Beckett o de Eugène Ionesco.

Picnic empieza así: Zapo, soldado que está solo en una trinchera en medio de una batalla, recibe la visita de sus padres, que han decidido acompañarle haciendo un picnic, aprovechando que es domingo...

 (La batalla hace furor. Se oyen tiros, bombazos, rá­fagas de ametralladora. ZAPO, solo en escena, está acurrucado entre los sacos. Tiene mucho miedo. Cesa el combate. Silencio. ZAPO saca de una cesta de tela  una madeja de lana y unas agujas. Se pone a hacer un jersey que ya tiene bastante avanzado. Suena el tim­bre del teléfono de campaña que ZAPO tiene a su lado.)

ZAPO.-Diga... Diga... A sus órdenes mi capitán... En efecto, soy el centinela de la cota 47... Sin novedad, mi capitán... Perdone, mi capitán, ¿cuándo comienza otra vez la batalla?.. Y las bombas, ¿cuándo las tiro?.. ¿Pero, por fin, hacia dónde las tiro, hacia atrás o ha­cia adelante?..  No se ponga usted así conmigo. No lo digo para molestarle... Capitán, me encuentro muy solo. ¿No podría enviarme un compañero?.. Aunque sea la cabra... (El capitán le riñe.) A sus órdenes... A sus ór­denes, mi capitán. (ZAPO cuelga el teléfono. Refunfu­ña.)

 

            (Silencio. Entra en escena el matrimonio TEPÁN con cestas, como si vinieran a pasar un día en el campo. Se dirigen a su hijo, ZAPO, que, de espaldas y escon­dido entre los sacos, no ve lo que pasa.)

 

SR. TEPÁN.- (Ceremoniosamente.) Hijo, levántate y besa en la frente a tu madre. (ZAPO, aliviado y sorpren­dido, se levanta y besa en la frente a su madre con mu­cho respeto. Quiere hablar. Su padre le interrumpe.) Y ahora, bésame a mí. (Lo besa en la frente.)

 

ZAPO.-Pero papaítos, ¿cómo os habéis atrevido a ve­nir aquí con lo peligroso que es? Iros inmediatamente.

 

SR. TEPÁN.- ¿Acaso quieres dar a tu padre una lec­ción de guerras y peligros? Esto para mí es un pasatiem­po. Cuántas veces, sin ir más lejos, he bajado del metro en marcha.

 

Y este es el fragmento que leímos hoy. Zepo, soldado del otro bando, llega hasta la trinchera. Zapo, dubitativo, lo detiene. No tardan en identificar sus situaciones, ninguno sabe exactamente por qué está allí, luchando...

 

SRA. TEPÁN.-Esto es lo agradable de salir los domin­gos al campo. Siempre se encuentra gente simpática. (Pausa.) Y usted, ¿por qué es enemigo?

 

ZEPO.-No sé de estas cosas. Yo tengo muy poca cultura.

 

SRA. TEPÁN.- ¿Eso es de nacimiento, o se hizo usted enemigo más tarde?

 

ZEPO.-No sé. Ya le digo que no sé.

 

SR. TEPÁN.-Entonces, ¿cómo ha venido a la guerra?

 

ZEPO.- Yo estaba un día en mi casa arreglando una plancha eléctrica de mi madre cuando vino un señor y me dijo: « ¿Es usted Zepo? Sí. Pues que me han dicho que tienes que ir a la guerra.» Y yo entonces le pregunté: «Pero, ¿a qué guerra?» Y él me dijo: «Qué bruto eres, ¿es que no lees los periódicos?» Yo le dije que sí, pero no lo de las guerras...

 

ZAPO.-Igualito, igualito me pasó a mí.

 

SR. TEPÁN.-Sí, igualmente te vinieron a ti a buscar.

 

SRA. TEPÁN.-No, no era igual, aquel día tú no esta­bas arreglando una plancha eléctrica, sino una avería del coche. .

 

SR. TEPÁN.-Digo en lo otro. (A ZEPO.) Continúe. ¿Y qué pasó luego?

 

ZEPO.-Le dije que además tenía novia y que si no iba conmigo al cine los domingos lo iba a pasar muy aburrido. Me respondió que eso de la novia no tenía im­portancia.

ZAPO.-Igualito, igualito que a mí.

 

ZEPO.-Luego bajó mi padre y dijo que yo no podía ir a la guerra porque no tenía caballo.

 

ZAPO.-Igualito dijo mi padre.

 

ZEPO.-Pero el señor dijo que no hacía falta caba­llo y yo le pregunté si podía llevar a mi novia, y me dijo que no. Entonces le pregunté si podía llevar a mi tía  para que me hiciera natillas los jueves, que me gus­tan mucho.

 

SRA. TEPÁN.-.(Dándose cuenta de que ha olvidado algo.) ¡Ay, las natillas!

Si queréis leer completa esta pequeña maravilla, haced clic en este enlace. Garantizo risas. Pero Picnic es mucho más que media horita de entretenimiento, es una reflexión sobre que no hay nada más absurdo que una guerra, nada más absurdo que levantar la mano contra otro que, en el fondo, es como tú.

PS. Picnic me ha recordado un maravilloso monólogo de Gila (1919-2001), cómico inigualable...

 

"A boa persoa de Sezuán", versión de Nuno Cardoso para el Centro Dramático Galego de la obra de Bertolt Brecht

Lo que caracteriza al teatro, frente a los otros géneros literarios, es que va más allá de la palabra escrita. Sin la representación en un escenario, sin una escenografía en la que se combinan diferentes códigos no verbales (música, efectos de sonido, efectos de luz, vestuario, movimientos y gestos, etc., etc.), sin la interacción viva de unos actores con el público, el teatro no sería teatro.

Hoy tuve la oportunidad de comprobar la magia del teatro en primera persona: presencié, junto con 37 alumnos del Baronceli (los otros 30 previstos fueron baja por culpa de las inclemencias meteorológicas,  léase nieve, qué pena) la representación por parte del Centro Dramático Galego de una obra de Bertolt Brecht, A boa persoa de Sezuán, en el Teatro Principal de Ourense. He visto por ahí la obra con otros títulos: La persona buena de Sezuán (mi ejemplar comprado a través de Iberlibro.com en una librería granadina) y El alma buena de Sezuán. Quizá este último encaja más con la literalidad del texto, pero no es el momento de analizar estos matices léxicos y gramaticales; ahora toca, con una copa de albariño casero frente a mí, hablar un poco de las sensaciones que todavía permanecen unas horas después de haber visto la obra.

Tengo el libro a mi lado (versión española de José Monleón y Armando Moreno, Ediciones Alfil, colección Teatro nº 574 [extra], Madrid, 1968), y después de una hojeada (con h esta vez) general, me ha parecido que la representación era bastante fiel al texto de Brecht. Nuno Cardoso, el director, realiza una adaptación sin embargo original y refrescante. Los elementos en escena son contados: unas puertas para representar las casas de Sezuán, el mostrador con una máquina registradora para la tienda de tabaco de la protagonista, una mesa con una mesa de escribir para el despacho de la fábrica… El escenario queda así muy abierto, facilitando los movimientos de los actores. Pero, para compensar esta simplicidad y reflejar el caótico mundo urbano de Sezuán, destacan los diversos y luminosos carteles de neón que ocupan de arriba abajo el fondo del escenario.

Por su parte, los actores no lo tienen nada fácil (y no me refiero únicamente al exigente y a veces demasiado ruidoso público adolescente): monologan, dialogan, hablan a coro, cantan, se mueven… Un trabajo, en fin, que les exige una gran coordinación. Y sus interpretaciones son muy convincentes. Ayuda a la complicidad de los espectadores, sin duda, que algunos de los actores sean muy “televisivos”…

Nuno Cardoso tiene en cuenta la relación actor-espectador con un simple pero espectacular golpe de efecto: los tres dioses que descienden a Sezuán en busca de un alma buena suben al escenario después de recorrer el pasillo que atraviesa el patio de butacas. Es lo que se denomina “ruptura de la cuarta pared”. La eliminación de esa barrera virtual, de ese “telón transparente”, hace que el espectador se sumerja más en la obra y no esté simplemente como observador ajeno, que el teatro entre en su territorio, que todo el edificio sea contagiado de la magia.  

Otro característica de la escenificación de Cardoso es la potenciación de la comicidad, como contrapunto al pesimismo. Y lo hace de varias maneras. Por ejemplo, a través de la desmitificación de los tres dioses, casi caricaturizándolos: los tres eligen para su apariencia humana diferentes personajes, todos ellos grandes iconos del siglo XX: Groucho Marx, Supermán, el Che Guevara, el Papa, Mao, Elvis Presley, Teresa de Calcuta… lo que recuerda sin duda a las tan graciosas como desafortunadas transfiguraciones del protagonista extraterrestre de Sin noticias de Gurb. También contribuyen a lo cómico las estrafalarias indumentarias y el comportamiento festivo, desinhibido de algunos personajes que parecen vivir inconscientemente felices sus vidas de miserables, mientras la protagonista, Shen-Te, que ha tenido contacto con los dioses, parece estar condenada a la infelicidad por su aspiración a ser bondadosa. Esta rebaja de la tensión dramática es necesaria, dada la inmensa tragedia que en realidad es La persona buena de Sezuán.

Porque la historia es, en realidad, dura, muy dura. Shen-Te, una mujer que se ve abocada a ejercer la prostitución, es premiada por los dioses por su hospitalidad, cuando estos visitan Sezuán. Así que le conceden a la mujer la posibilidad de poseer un comercio de tabaco. Los dioses, los "esclarecidos", le piden que sea buena. Pero en cuanto se convierte en una mujer respetable que se preocupa por los demás, todos tratan de aprovecharse de ella, incluso el hombre del que se enamora. La bondad de Shen-Te, utilizada por todos, hace que el negocio corra peligro. Ser buena con los demás y consigo misma es una misión imposible. Sólo su primo Shui-Ta, un tipo de mal carácter y sin pelos en la lengua, aparece para salvar las diversas situaciones, al mismo tiempo que se granjea las enemistades de los mismos que adoran a la bondadosa Shen-Te. Las deudas del estanco llevan a Shui-Ta a abrir una fábrica de tabaco, que rige con mano de hierro. Ante la desaparición de Shen-Te, todos creen que el odiado Shui-Ta la ha secuestrado o incluso asesinado. Pero finalmente descubrimos que ese supuesto primo no es sino un disfraz de la protagonista, la propia Shen-Te. Los dioses se sorprenden, pero ella les explica que no puede subsistir siendo bondadosa, pues el mundo es demasiado miserable para que los buenos consigan salir adelante. Los dioses le dicen que no pueden rebajar sus mandamientos, que deberá tener fe y seguir siendo buena, aunque no le dan esperanzas ni ilusiones: le permitirán si acaso transformarse en ese primo con malas pulgas muy de cuando en cuando.   

Se cierra el telón, y vuelve a abrirse para que los actores saluden. El teatro atruena con los aplausos: el mejor barómetro para medir la satisfacción general. Eso sí, el disfrute del espectáculo no debe ahogar la triste reflexión sobre la bondad a la que Bertolt Brecht pretende llevarnos: ¿Puede nuestra naturaleza humana aspirar a la bondad, o debe conformarse con metas más alcanzables? ¿Existen la amistad, el amor desinteresados? ¿Es posible verdaderamente ser bueno en este mundo injusto y miserable? ¿Son los preceptos religiosos y morales cargas demasiado grandes sobre nuestros hombros? 

A los que estéis a tiempo de ver esta versión de A boa persoa de Sezuán, mi más modesta recomendación. Especialmente a los profes que todavía podáis llevar a vuestros alumnos (Vilagarcía, Ferrol, O Barco), que seguramente tengan muy poquitas oportunidades de ver a una compañía de teatro profesional en acción. Los que queráis una información detallada sobre la obra y su representación, podéis hacer clic aquí. Las imágenes de la presentación de arriba las he obtenido de la web del Centro Dramático Galego.

"Statu quo", de Lucille Beret

"Statu quo", de Lucille Beret

Una genial minipieza dramática sobre la incomunicación y la apatía del desamor. Por Lucille Beret.

STATU QUO

FÁTIMA: ¿Y cuándo te vas?
ISRAEL: Mañana por la noche. En autobús.
FÁTIMA: Muchas horas.
ISRAEL: Muchas.
FÁTIMA: ¿Y cuándo vuelves?
ISRAEL: El sábado.
FÁTIMA: Pocos días.
ISRAEL: Pocos.
FÁTIMA: ¿Conoces a alguien allí?
ISRAEL: No. Bueno, sí. Lateralmente. De oídas. Hemos compartido algún congreso. Me conviene ir…
FÁTIMA: No he dicho nada.
ISRAEL: Ya.
FÁTIMA: ¿Ya?
ISRAEL: Que sí, que es verdad que no has dicho nada.
FÁTIMA: ¿Y dónde dormirás?
ISRAEL: En casa de unos amigos. De unos conocidos. De uno de ellos, vaya.
FÁTIMA: Ya.
ISRAEL: ¿Quieres que salgamos a cenar fuera?
FÁTIMA: Hace frío.
ISRAEL: Ya. Sí. Era por salir.
FÁTIMA: Estás todo el día fuera, Israel.
ISRAEL: Sí. Es un período un poco… lleno de trabajo.
FÁTIMA: Y de aficiones.
ISRAEL: Me relaja. Necesito desconectar.
FÁTIMA: Ya.
ISRAEL: Ya.

Silencio. Silencio. Silencio.

ISRAEL: Oye…
FÁTIMA: Dime.
ISRAEL: ... nada. Que te quiero.
FÁTIMA: Sí. Yo a ti también.
ISRAEL: Yo a ti también.
FÁTIMA: Ya me lo has dicho.
ISRAEL: ¿Qué?
FÁTIMA: Que ya me lo has dicho.
ISRAEL: Ah, sí.

Silencio.

ISRAEL: Cielo. Voy a mirar unas cosas en el ordenador.
FÁTIMA: Mira, mira.
ISRAEL: Yo… tardo poco.
FÁTIMA: No te preocupes, tengo que hacer.

Pausa. Pausa. Pausa.

ISRAEL: ¿Estás cansada?
FÁTIMA: Bastante.
ISRAEL: Entonces hasta mañana.
FÁTIMA: Hasta mañana entonces.

Que se vayan, que se quiten de la mesa cuadrada donde hablaban y que aparezcan sus sombras deslenguadas.

SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: ¿Vas a verla a Ella?
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Ya sabes que sí, no te hagas la ingenua.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Era por confirmarlo. Como puedes ser un calzonazos incluso con tu amante.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Pusilánime mejor, si no te importa.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: No me importa, te viene que ni pintado. ¿Y a Ella le vale esa situación a medias?
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Le debe valer, porque consiente y acepta. Además luego hace su vida.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: O sea que eres un divertimento.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Más o menos, creo que sí.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: ¿Y Ella para ti?
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Una válvula de escape.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: ¿Por qué no te vas con Ella? Yo no te ato a ninguna silla para que no te escapes, ni me voy a suicidar si te marchas.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Porque es una situación tan desagradable para mí como para ti, trato de evitarla.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: ¿Pero la quieres?
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Creo que no, pero estar con Ella significa no estar contigo, que es lo único con lo que sueño en cada momento del día.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: No sé como Ella soporta este absurdo.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: No sé cómo lo soportas tú.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Si lo sabes.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Lo imagino. Porque somos iguales.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Iguales. Lo soporto para no enfrentarme al hecho de que hace años que estamos equivocados. Porque es fácil. Porque no me interesa mover nada porque puedo caerme.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: No puede ser peor.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Sí que puede, si no lo habríamos dejado.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: ¿Sugieres que seguimos juntos por pereza?
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Exacto.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: ¡Pero nos hacemos daño!
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: No, no nos hacemos el suficiente daño como para aborrecernos. Somos grises, y el gris se aguanta. Ni siquiera llegamos a insultarnos. Así se puede seguir para siempre.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Para siempre.

Silencio. Silencio. Silencio.

SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Creo…
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Qué.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Creo que ya no te quiero en absoluto.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Yo tampoco. Ni un poco. Ni cariño.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Yo tampoco. Ojalá te odiara pero simplemente no te quiero.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Te repites.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: ¿Qué?
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Que te repites. Ni siquiera te escuchas a ti mismo.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Sí. Ya.

Silencio.

SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Me estoy asfixiando con este inténto patético de conversación. Voy a huir al ordenador, a un mundo donde sí me respondan.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Sí, vete, nos haces un favor a ambos.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Reapareceré antes de ir a dormir.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Por mí como si no lo haces. Trataré de acostarme antes de que acabes.

Pausa. Pausa. Pausa.

SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: Creo que no podré soportar seguir hablando de la nada.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Pues vayámonos a la cama, no hay nada más fácil.
SOMBRA DESLENGUADA DE ISRAEL: De acuerdo, eso es bastante sencillo, sí.
SOMBRA DESLENGUADA DE FÁTIMA: Mañana por la mañana no tendremos que vernos más que unos minutos. Es fácil.

Que se mezclen, que hablen, que se griten, que rompan este repugnante statu quo sin sentido, que se escupan a la cara, que se desgarren, que las sombras no sean sombras, por favor que hagan algo, que hagan algo.

 

19 de diciembre de 2007.
Extraído de la seción "Teatro abandonado", de la web "Libro de notas".
Fotografía de abruptoscaminos (en Flickr, bajo licencia Creative Commons).