Santiago Calatrava (aprovechando el GP de F1 de Valencia)
El fin de semana pasado tres amigos cumplimos una vieja ilusión: ver en vivo un gran premio de Fórmula 1. La celebración en Valencia del Gran Premio de Europa era la ocasión perfecta, así que, mil kilómetros de coche y al “gran circo”. La experiencia fue tremenda (a pesar de la frustración por el abandono de Alonso, jo), aunque, la verdad, escuchamos más que vimos y tuvimos que soportar cierta desorganización, quizá los inconvenientes normales de un evento que se organiza por primera vez, y que se organiza además en las tripas de una gran ciudad.
De Valencia lo que más me impresionó fue nuestro paseo nocturno por la Ciudad de las Artes y las Ciencias, “el mayor complejo lúdico-cultural de Europa”, como rezan los folletos turísticos, obra del arquitecto valenciano Santiago Calatrava, que sí ha sido profeta en su tierra. Forma el magnífico conjunto el Palau de las Artes Reina Sofía (una cabeza de alien creo yo), el Hemisfèric (con forma de ojo), el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe (quizá el cuerpo de un reptil prehistórico), el Umbracle (una estructura de arcos semejantes a hojas de palmera), el Oceanografic (enorme, 40 millones de litros nada menos). Realmente pareciera que un gran animal de las profundidades marinas acabase de salir a superficie. Impresionante.
Santiago Calatrava es uno de los arquitectos más reconocidos internacionalmente, y muchas obras suyas son contempladas en ciudades de todo el mundo. Las principales singularidades de Calatrava son su preferencia por el color blanco (que transmite pureza y sencillez) y sus diseños basados en elementos de la naturaleza. Todas sus obras –en hormigón y acero sobre todo- están caracterizadas por su dinamismo, por la sensación de movimiento, por su armonía estética. Entre todos sus diseños, la Ciudad de las Artes y las Ciencias es sin duda el de más repercusión. También su proyecto para el futuro World Trade Center de Nueva York, el nuevo puente de Venecia, la Turning Torso de Malmö... Claro que no todos sus trabajos cuentan con el favor popular, pero sin duda ninguno provoca indiferencia. Eso es el arte por definición…
El coste de estos proyectos arquitectónicos de vanguardia es el mayor problema; por ello, y sobre todo cuando se pagan con dinero público, muchos de esos proyectos generan tremendas polémicas o terminan directamente en la papelera (pensemos en la Cidade da Cultura de Santiago de Compostela, por ejemplo). Pero, ¿pueden medirse estas obras de arte en términos de rentabilidad? ¿Podría medirse en términos de rentabilidad la catedral de Burgos, por ejemplo? ¿Qué sería de Florencia sin el mecenazgo de los Medici?
El Estado se ha convertido en el principal mecenas de los arquitectos del momento, pero es evidente que el Estado ha de buscar una rentabilidad social –incluso antes que económica- en sus inversiones. En el caso de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, esa rentabilidad parece garantizada, ya que se ha convertido en la seña de identidad de la Valencia del siglo XXI. Según dice el Govern de la Generalitat y el amigo Ecclestone, el Street Circuit Valencia no lo será menos, aunque los sufridos vecinos digan lo contrario.
Las fotos de mi intenso fin de semana las tenéis aquí.
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