Asco de vida
A las 7:58, como cada mañana desde hacía trece años, Domínguez fichó en el portal de entrada, llegó a su cubículo, se acomodó en la silla y encendió el ordenador personal. Escribió en el buscador de internet el nombre de un diario deportivo en el que consultar los resultados de la quiniela futbolística: primero A, luego S. Se sorprendió cuando la función "autocompletar" de Google le mostró una realidad, la suya, de una manera inobjetable, demoledora. Asco de vida. Pero era la inyección de valor que necesitaba para tomar La Gran Decisión. Un minuto más tarde, a las 8:06, su cuerpo yacía despedazado sobre el techo de una furgoneta de reparto, veintiún pisos más abajo.
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