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César Vallejo

César Vallejo

Serafín me pidió una pequeña colección de poemas para celebrar el Día de la Paz. El primer poema que se me vino a la cabeza lleva la firma de César Vallejo (18982-1939), uno de los poetas más importantes en lengua castellana del siglo XX. El autor de Los heraldos negros (1918), Trilce (1922)  o Poemas humanos (1939) no es, sin embargo, tan conocido en España como otros autores contemporáneos suyos.

Pero Vallejo es un poeta impresionante. Tiene un lenguaje muy personal: sus distorsiones sintácticas, sus imágenes insólitas, sus expresiones ilógicas... lo sitúan en la órbita del Surrealismo (sobre todo a partir de Trilce), pero en muchas ocasiones se desliza hacia coloquialismos -elaborados- que dulcifican las formas. Una extraña combinación para hablar de su tema predilecto: el dolor, el suyo y el de todos los hombres. Poesía, pues, socialmente comprometida, pero sin renunciar al alto listón estético que se había marcado.

Aquí os dejo este fantástico poema suyo, escrito el 10 de noviembre de 1937. Las imágenes corresponden a la dramatización hecha por los alumnos de 4º A por el Día de la Paz.


Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.




Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

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