"La ciudad", de Kavafis
Ya hablé de Konstantinos Kavafis (1863-1933) y de su celebérrimo poema Ítaca en una ocasión, hace más de dos años. Este verano, tratando de empaparme de un poco de cultura griega moderna para mi viaje a las Cícladas, he releído a este poeta griego nacido en Alejandría. Uno de los ciento cincuenta y cuatro poemas que él contempló como definitivos -era un perfeccionista- me llamó especialmente la atención, precisamente porque parecía que me lanzaba una sombría profecía.
Tras pasar un año más complicado de lo habitual en el trabajo, las vacaciones se presentaban como un oasis, y el viaje a Grecia, como la sombra más fresca bajo la palmera más hermosa. ¿Quién puede decir que todo viaje no sea una huida? Como dijo Unamuno, "se viaja no para buscar el destino, sino para huir de donde se parte"... No hace falta ponerse cultureta: coloquialmente, cuando viajamos, solemos hablar de "resetear", de "desconectar", como si fuésemos ordenadores que necesitan un formateo para seguir funcionando con normalidad.
Pero los humanos no somos aparatos electrónicos: un viaje es un paréntesis, una feliz enajenación provisional, pero la realidad es tenaz y siempre acaba atrapándonos. Huir de nuestros demonios resulta, sencillamente, un empeño destinado al fracaso. Esto es lo que Kavafis pretende decirnos en "La ciudad":
Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón, lo mismo que mis pensamientos, en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".
No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
ya la has destruido en toda la tierra.
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