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ISRAelPROFEDELENGUA

"Perdidos en la tribu"

Este domingo finalizó Perdidos en la tribu, el curioso programa de TV de la cadena Cuatro, en el que tres familias españolas pasaron 21 días en el seno de una tribu indígena (en este caso los bushman, los himba, los mentaway) para llegar a ser unos miembros más de la comunidad. Seguía el concurso con asiduidad; me gustaba la idea-concepto de aprender a convivir con un grupo de personas con unas reglas sociales y culturales completamente –diametralmente- diferentes. Por fuerza sentía cierta envidia de esas familias que vivían tamaña experiencia vital. Las lágrimas de todos al despedirse tras las tres semanas me hacían sentir que todo había merecido la pena, que el intercambio de experiencias, de ideas… habían enriquecido a todos.

Sin embargo, una de las cosas que por lo visto aprendieron algunos de los concursantes fue a valorar más lo que tenían en España. No sé a qué se referían, si a la coca-cola, si al sofá, si a la tele, si al pack coca-cola más sofá más tele. Qué decepción. 21 días para nada, solo para dar continuidad a ese tono paternalista colonial de aquel que se compadece del pobre salvaje que anda en taparrabos, que hace sus necesidades en el campo, que sacrifica a los espíritus algún animalito… Qué pena.

Puestos a aprender, podrían haber aprendido algo del ancestral amor de estas gentes por la naturaleza, del sólido respeto a la sabiduría de sus ancianos, de la rica tradición literaria que pasa de padres a hijos, del sencillo placer de una conversación bajo las estrellas y al calor de una fogata, del innato sentido de la solidaridad con el prójimo, de la manera en que comparten sus risas y sus lágrimas.

A Nuria Roca se le olvidó preguntar una cosa: el grado de felicidad de unos y otros. Quizá simplemente no se atrevió. Sería insoportable reconocer que nosotros, en el fondo, con todas nuestras maravillas tecnológicas, somos menos felices.

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