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Meditaciones varias

Don Delmiro

Don Delmiro

 Iglesia evangélica de Calvos de Bande (Ourense), local de culto en el que don Delmiro se reunió durante décadas (imagen de Google Maps).

Delmiro -don Delmiro- era todo corazón, un hombre bondadoso como no he conocido. Su garganta despedía una voz de timbre delicado, que poco tenía que ver con sus manos callosas, sus ropas humildes, sus costumbres espartanas. Pastoreaba cabras, un centenar al menos, y aún recuerdo con cariño aquel día de verano en que, siendo yo un muchachito, le acompañé por los montes en una de sus largas jornadas trashumantes. Persona de paz y de fe, evangélico en tiempos de nacional y rígido catolicismo, también fue, hace décadas, durante décadas, colportor, de los de la vieja escuela, hombres que desgastaron su calzado enseñando y vendiendo Biblias por pueblos y aldeas remotas. Como colportor y como cabrero, cayado en mano, don Delmiro recorrió las tierras ásperas y onduladas del sudoeste ourensano, cientos de caminos, miles de kilómetros. Andando. Pero nunca llegaba tarde. Y eso que no tenía reloj. Murió la semana pasada con 103 años, sin apenas arrugas en su amable rostro. Su eterna boina, su chaleco, sus botas… se apolillarán ahora en un cajón. Pero su caminante espíritu -aleluya- vive para siempre.

Tumulto de pequeños colegiales (y yo, tan viejo)

Hoy han venido a visitarme al Instituto unas exalumnas, ruidosas, joviales, felices. No es exactamente el mismo contexto, pero me he acordado de esos versos de Machado, que también fue profesor, por cierto...

La plaza y los naranjos encendidos
con sus frutas redondas y risueñas.

Tumulto de pequeños colegiales
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas.

¡Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!...
¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas! 

Mi abuelo (también) fue picador, allá en la mina...

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De nombre contundente, sonoro, la aldea de Muñón Cimero parece un refugio eglógico. La villa de Lena, de color ladrillo, se extiende abajo, a orillas del río, en el fondo de un valle apretado por unas colinas verdes y empinadas. Arriba, paseando por los praderíos, parece que uno debiera hacer equilibrios para no caer rodando, pendiente abajo. Exactamento eso es lo que parece que hacen los compactos bosquecillos que se columpian en las laderas. Todo invita a la paz. La pequeña aldea no es más que una docena de casas de piedra, unos geranios en las ventanas, un hórreo destartalado, una vaca. Unos pocos cientos de metros al norte, tras las curvas de una carretera en mal estado, unas instalaciones industriales y una loma gris ceniza rompen la armonía del paisaje. Más de cerca, un enorme agujero se abre en la tierra: es una antigua mina de mercurio, la mina de Soterraña.

La mina de Soterraña tiene su historia. Abrió en 1844. El cinabrio que el pozo Eugenia guardaba en sus entrañas era muy rico en mercurio. La Asturian Mining Company abandonó al poco tiempo la explotación debido a las dificultades que representaba la presencia de arsénico en las rocas del mineral. En 1879 otra empresa, Fábrica de Mieres, se hizo cargo. Y casi cien años más tarde, en 1973, la explotación cesó por falta de rentabilidad. Entre medias, la mina resultó ser la antesala de una morgue: cientos de trabajadores que respiraron -día sí, día también- el polvillo tóxico del interior de las galerías, murieron por lo que entonces se conocía como "mal de la mina".

No sé exactamente cuando mi abuelo empezó a trabajar en Soterraña. Marchó desde una aldea ourensana que vigilaba el Miño, a finales de los años 40, rumbo a las oportunidades de la cuenca minera asturiana. Primero, a una mina de carbón en Moreda (Aller), luego a la de mercurio de Soterraña. Poco antes de cerrar definitivamente la mina, sus bronquios no soportaron más aquel agujero irrespirable. Murió pocos años más tarde, en 1975, en una lenta agonía. Yo solo era un bebé, y por tanto ningún recuerdo guardo de él. Pero ser consciente de estos acontecimientos, visitar Soterraña, es como estudiar mi prehistoria.

Por cierto que, según he leído, Soterraña sigue sangrando mercurio, envenenando el paisaje: "deterioro de la calidad de las aguas subterráneas, contaminación de suelos, pérdida parcial de la cubierta vegetal, degradación de la biodiversidad, acumulación de estériles en escombreras con mercurio y arsénico..." Por si fuera poco el último aliento que en aquellas galerías dejaron cientos de mineros.

Nada mejor que la canción que Víctor Manuel dedica a su abuelo para despedir este artículo. El de Víctor Manuel se llamaba Víctor. El mío, ese que nunca conocí, se llamaba José.

EL ABUELO VÍCTOR…

Sentado en el quicio de la puerta,
el pitillo apagado entre los labios,
con la boina calada y en la mano
una vara nerviosa de avellano
¿Qué recuerda su frente, limpia y clara?
Quizá la primavera deshojada,
el olor de la pólvora mojada,
o el sabor del carbón mientras picaba...

El abuelo fue picador allá en la mina,
y arrancando negro carbón quemó su vida.

Se ha sentado el abuelo en la escalera
a esperar el tibio sol de madrugada;
la mirada clavada en la montaña,
es su amiga más fiel, nunca le engaña.
Temblorosa la mano va al bolsillo
rebuscando el tabaco y su librito
y al final, como siempre, murmurando
que María le esconde su tabaco...

El abuelo fue picador allá en la mina
y arrancando negro carbón quemó su vida.


 

Feliz 2011 a todos...

Feliz 2011 a todos...

Feliz cumpleaños, Miguel Hernández

Feliz cumpleaños, Miguel Hernández

Hoy hubieses cumplido cien años, si te hubiesen respetado el paso del tiempo, el odio de los hombres...

Como tú escribiste a tu hijo en ese cuento, yo también digo:

"Llévame caballo pequeño,
a la gran ciudad del sueño".

Memorias de un día de clase

Hay veces que, al recoger los bártulos y salir de clase, uno tiene la íntima convicción de que las cosas no han ido bien, que uno no ha sabido explicar ni transmitir como hubiese querido... Es fácil darse cuenta: un alumno no puede evitar un bostezo, otro mira el reloj compulsivamente, otro fija su mirada en el infinito... Otras veces, se sale con la sensación contraria, con la intuición de haber conectado con sus alumnos, de haber dicho una frase genial que les ha dejado con la boca abierta, de haber provocado una revolución en sus neuronas...

Esta semana me ha sucedido lo segundo con mis alumnos de 4º de ESO. Espero que no creáis que soy presuntuoso por contar esta experiencia, simplemente me apetece escribir sobre ello, que no siempre vamos a hablar de cosas negativas... Durante estos días, pues, estuve simultaneando el estudio de los textos argumentativos y el de la literatura del siglo XVIII. Estuvimos trabajando un texto de Salvador Sostres, uno muy célebre titulado "Hablar español es de pobres" (aquí lo podéis consultar), que dio mucho -muchísimo- juego. Textualmente el artículo es perfecto para ser utilizado en clase: tiene una estructura clara tesis-argumento-conclusión (y en esta última, un ejemplo de anticipación al contraargumento), y una argumentación que a primera vista parece intachable, con una retahíla de datos económicos incluida. Sin embargo, pronto mis alumnos se dieron cuenta de que ese aparentemente sólido argumento era realmente una mentira, una manipulación de la realidad (es decir, una falacia). Y ello nos llevó a hablar sobre la necesidad de opinar de manera razonada, con la meta no simplemente de convencer al otro, sino la de apoyarse en el otro para llegar a tratar de descubrir la verdad que resulta de contrastar diferentes puntos de vista. "Vuestra opinión es vuestro tesoro", dejé caer casi sin pensar. Un poco teatral, lo reconozco, pero creo que comprendieron bien el objetivo de la clase: saber que, si bien somos esclavos de lo que hemos dicho, también somos dueños de lo que vamos a decir. No siempre tendremos la razón, pero cuando echemos la lengua a andar, al menos nuestras argumentaciones han de estar bien fundamentadas.   

La casualidad hizo que también estudiáramos esta semana a José Cadalso, prosista dieciochesco, destacado hombre ilustrado, y sus Cartas marruecas, un conjunto de ensayos disfrazados de correspondencia entre tres personajes: un joven marroquí que viaja por España, atento a sus gentes y a sus hábitos y costumbres, su amigo español y un anciano sabio, también marroquí. Cada carta es resultado de la reflexión sobre un tema, y fruto asimismo de un punto de vista; de modo que al final se encuentran -y complementan- tres perspectivas sobre un asunto, ofreciendo una visión global mucho más completa, mucho menos fragmentada. Fue casi un automatismo tomar un libro (otro gesto algo teatral :-): "¿Qué veis?" "Un libro". "No, veis una parte del libro. Yo veo una parte que vosotros no veis, y vosotros veis una parte que yo no veo. El libro se ve mejor si unimos nuestras dos perspectivas". Las Cartas marruecas nos llevaron de modo natural a reflexionar sobre la importancia de afrontar los problemas con perspectiva, de alejarnos un poco de ellos para entenderlos mejor, tratar de buscar los puntos de vista de otras personas porque la manera en que nosotros vemos las cosas es solo una de las posibles maneras de verlas.

"Pero eso no es fácil, cuando tienes un problema gordo". Una alumna protestó con semblante sombrío. Quizá su novio la había dejado. Y relativizar solo es sencillo cuando se trata de problemas de otras personas, y no los propios: "Es verdad, no es fácil; pero es mucho más difícil si tú llevas sola todo el peso del problema. Por eso la perspectiva de otro, la opinión, el consejo de un amigo, de un compañero, de un padre, de un profesor... complementa tu perspectiva, te puede ayudar a entender mejor el problema, y así puedes buscarle mejor una solución (si la tiene, si no, ¿qué sentido tiene preocuparse?)". Tocó el timbre, y yo salí del aula, con mis bártulos y con la sensación de -al menos ese día sí- haber dado unas buenas clases de lengua castellana y literatura.

El avance tecnológico de-fi-ni-ti-vo

El avance tecnológico de-fi-ni-ti-vo... Un excelente vídeo que me lleva a una reflexión: ¿Y si la mejor tecnología fuese la que ya tenemos? Permanentemente insatisfechos, fanáticos de todo lo nuevo hasta llegar a un revolucionarismo absurdo, tildamos de obsoleto aquello que una vez tuvo algún sentido. Esto es la posmodernidad: puenting sin puente, un salto al vacío sin cuerdas que nos sujeten. 

Padres imperfectos

Muchos padres de niños en edad escolar se sentirían ofendidos si alguien dudase por un instante de su interés en la educación de sus hijos, si alguien les espetase que no son tan buenos padres como creen ser o haber sido. Les han dado las cosas materiales que les eran necesarias, se han interesado por sus deberes y analizado con lupa sus boletines de notas, les han dado cada día un beso de buenas noches, les han puesto una hora de llegada razonable para la noche del sábado, les han hablado de drogas, de sexo, de los males de internet. Sin embargo, hay que reconocer que un número no tan inmenso de padres son capaces de sacar tiempo de sus apretadas agendas, de hacer sacrificios económicos incluso, para pasar tiempo con ellos. Son esos padres que no dan demasiadas charlas, que no han asistido a ningún curso de pedagogía, pero han sido para sus hijos ejemplo de firmeza moral, un mástil al que sujetarse en los días de temporal. Les han subido a sus rodillas para contarles alguna historia, han construido juntos castillos de arena en la playa, les han dicho que no a ese caprichillo volátil -"y no es no"-, les han dado en alguna ocasión un merecido coscorrón, les han cantado "culito de rana, si no sanas hoy..." tras una buena caída, les han enseñado a decir "gracias" y a dejar el asiento en el autobús a las personas mayores, les han obligado a apagar la tele para sentarse a la mesa "y cómetelo todo"... No son perfectos, no tienen recetas mágicas, pero no se han conformado con gestos artificiales de progenitores de manual: sus hijos, que a veces también fueron rebeldes, desobedientes, fueron para ellos una misión trascendental, un regalo de Dios, y por eso incluso en los malos momentos nunca perdieron la fe, y permaneció sobre todas las cosas el amor y el respeto. Mis padres fueron de estos padres imperfectos, y a ellos va dedicado este artículo de hoy. Un beso, papá y mamá.

 

Cuatro meses andaluces del año 2004

Cuatro meses andaluces del año 2004

Mi primer centro público de secundaria. Al IES "Nuestra Señora de la Cabeza" de Andújar (Jaén) llegué a finales de febrero de 2004 para cubrir una sustitución, una baja por parto más concretamente. Tenía por aquel entonces mi flamante Renault Clio, y en él metí mis maletas, llenas de libros, de ropa y de expectativas. Era la primera vez que me enfrentaba a grupos numerosos de adolescentes, y la primera que era además tutor: tardé en tomarle el pulso a la nueva situación. Pero "lo que no te mata te hace más fuerte", así que en quince días ya tenía cierto control sobre esas fierecillas que me llamaban "maehtro" y "don Irraé". Al principio incluso me costaba entender ese dialecto jiennense, pero con el paso de los días seguramente, yo mismo sin darme cuenta, era yo el que dulcificaba la pronunciación de las consonantes. Fue una experiencia bonita, en la que simultáneamente era profesor y alumno. El instituto era grande, un enjambre de actividad. La ciudad era muy agradable, ni demasiado grande ni demasiado pequeña. Como sigue haciéndolo hoy, el Guadalquivir surcaba tranquilamente Andújar bajo el gran puente romano, rodeando lomas plantadas de olivos. Con otros compañeros más o menos novatos como yo hice muy buenas migas: Irene, la dulce y generosa orientadora; Mari Ángeles, la simpática y fibrosa profe de Educación Física; Miguel Ángel el bondadoso profesor de Lengua; Luismi, el taciturno profesor de Francés... Los desayunos a base de tostadas con tomate y aceite de oliva virgen fueron un auténtico descubrimiento. El ajedrez fue una apacible diversión en los últimos días de invierno, convulsionado como nunca por los terribles atentados de los trenes de Atocha. Con los días primaverales llegaron las cañas y las tapas en las terrazas, la curiosa procesión de la Virgen de la Cabeza, las excursiones a Baeza, Úbeda y la Sierra de Cazorla, las visitas-relámpago a Córdoba o a Sevilla... La experiencia completa incluyó unas lluvias torrenciales que anegaron en el barro una pedanía próxima; allá fue todo el Instituto a echar una mano... Luego llegaron los bochornos del tempranero verano: el de junio fue el más caluroso mes que sufrí en toda mi vida... Lástima que ese año las oposiciones me obligasen a encerrarme más de lo que hubiese querido... Tras los exámenes, coroné mis días andaluces con un inolvidable viaje en grupo -en trío- al almeriense Cabo de Gata. Dormir sobre la arena de la playa de Mónsul, bajo las estrellas, es de esas experiencias que no se olvidan. Fue en Granada donde me enteré de que había aprobado el concurso, y ese mismo día le envié un ramo de rosas a la que hoy es mi mujer, pidiéndole que se casara conmigo. Días más tarde regresaba a Galicia, con algún kilo de más, por cierto. Nunca he vuelto a pisar Andalucía desde entonces, y siento que ya van siendo horas de volver...

"Spanish movie" y el Quijote

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El otro día fuimos a mi entrañable cine “Avenida”, en Caldas de Reis. El precio (tres euros con cincuenta) y la agradable sensación de vivir casi en soledad la magia del séptimo arte, compensan con creces el mes de retraso con el que se proyectan las cintas y las pequeñas incomodidades de una sala de cine que debe de datar de los años 60 ó 70. Tocó ver –mirar- Spanish Movie, una película con un elocuente título que venía a decir que se trataba, en esencia, de una Scary Movie (o una Epic Movie, o una Disaster Movie) a la española...

Unas risas nunca vienen mal, y menos en una desapacible tarde invernal, y con esa intención allá nos fuimos… Y momentos graciosos, húbolos, justo es reconocerlo, y las actrices protagonistas aguantaron el tipo bastante bien, pero el guion acabó por embarullarse de tal manera que me perdí, sin saber qué se estaba parodiando exactamente. Me pareció también que, a medida que avanzaba la peli, se iba cayendo más en el gag facilón, como si me sirvieran un café de risas instantáneo, para servirlo rápido y apurarlo de la misma manera: deprisa y corriendo. Salí convencido de que la pretendida parodia no había sido más que una veloz sucesión de pretenciosas paridas...

Ya en casa reflexioné un poco sobre qué es una parodia. Parodia significa (DRAE dicit) ‘imitación burlesca’. Eso parecía ser lo que había visto esa tarde: una imitación burlesca de unas películas españolas, a saber, El laberinto del fauno, Los otros, Volver, El orfanato, Mar adentro, Los lunes al sol, Abre los ojos… Todos, en mi opinión, unos largometrajes magníficos. El laberinto del fauno me pareció pura excelencia, una original mezcla de drama histórico y fantasía; Los otros, El orfanato y Abre los ojos, unos estupendos ejemplos de técnica cinematográfica puesta al servicio del misterio y el suspense; Mar adentro, una brillante poetización de una terrible tragedia personal; Volver, y Los lunes al sol, vigorosas historias con un interesante trasfondo social o costumbrista…

Pero, ¿qué debe ser objeto de la parodia? ¿Algo puede estar libre de la parodia? Por supuesto que no, alguien dirá, sostenido por el indiscutible argumento de que hoy puede hacerse cualquier cosa. Ya. Pero la parodia, hermana de la caricatura, debe buscar a través de la ridiculización remover la conciencia crítica. Se parodia, así, algo que se quiere criticar. Cualquier cosa es susceptible de ser parodiada, pero la imitación burlesca, en mi entender, debe hacerse precisamente de aquello que despierta cansancio, irrisión, mofa… y no admiración. Una auténtica Spanish Movie por ejemplo, podría ser una parodia de las películas del destape de los años 70…

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Algunas de las mejores obras literarias clásicas castellanas presentan elementos que transgreden modas establecidas provocando interesantes efectos críticos. Los cánticos de serrana del Libro de Buen Amor parodian la pretendida nobleza del sentimiento amoroso. La Celestina ironiza sobre las idealizadas relaciones del amor cortés, conduciendo a sus protagonistas a la tragedia cuando estos se dejan llevar por una pasión sin medida. El Lazarillo critica la vacía religiosidad de la sociedad a través de constantes e indirectas alusiones bíblicas y eclesiales.

Pero el "Spanish Book" por excelencia es el Quijote, que imita burlescamente la moda de los libros de caballerías, que había empezado en el siglo XV, como resultado de la evolución de la prosa hacia una literatura de entretenimiento, fruto de las nuevas condiciones sociales e históricas de esa centuria. Eran éstos libros de aventuras sin fin en épocas remotas y lugares exóticos, protagonizadas por héroes prototípicamente magníficos, honorables y enamorados, que acababan superando la oposición de los malos y cualquier obstáculos que en su camino se pudiera presentar. Esos personajes eran absolutamente planos, y las narraciones de sus aventuras, ovillos episódicos que se hacían y deshacían a voluntad del autor. Esta receta gozó del favor del público durante mucho tiempo.

Cervantes, probablemente alentado por un romance de argumento similar, inventó un personaje verosímil que perdía completamente el juicio leyendo esos libros de caballerías, y que construía un fantasioso mundo caballeresco a su alrededor, y que, en consecuencia, sufría como resultado todo tipo de burlas, golpes y contratiempos. Cervantes vio el caballeresco como un género literario burdo y absurdo, discapacitado para despertar emociones, y fue el cómicamente obsoleto y deschavetado don Quijote de la Mancha el encargado de recordarlo. Pero los genios son genios, y cuando dan un brochazo en un lienzo transforman una tela blanca en una obra inmortal: el Quijote trascendió su misión paródica, aunque esta es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Imaginémonos una obra que parodiara simultáneamente la Celestina, el Lazarillo, el Quijote, La vida es sueño, La Regenta, La casa de Bernarda Alba… ¿Parodiar obras maestras de nuestro patrimonio artístico? ¡Disfrutémoslas, admirémoslas, aprendamos de ellas! Parodiar lo sublime es como sacar a la luz nuestra más absoluta vulgaridad, un modo de justificar nuestras anodinas y mezquinas existencias. Quizás eso forma parte de nuestra naturaleza: ensalzar lo mediocre y despreciar lo excelso. No digo que las películas que he citado más arriba sean dignas del Elíseo cinematográfico, pero seguro que son más dignas de aplauso que de sorna.

Perspectiva


Imagen EUMETSAT para Meteogalicia.

Mientras aquí nos enlodamos con nuestras miserias cotidianas, Dios nos ve así. Esto sí que es tener perspectiva...

Ya se apagan las luces...

Inicio de la cuenta atrás. Ya se apagan las luces, poco a poco, y con ellas, los amores plastificados. Solo el Amor de verdad perdura.

Verín bajo un manto de nieve...

Hoy disfrutamos como enanos de la nieve... ¿Qué tendrá, la nieve, que saca al niño que llevamos dentro?

Peor que la gripe A...

"He murmurado contra una persona, he dicho cosas terribles contra él que no eran ciertas" -la mujer se mostraba tremendamente apesadumbrada. Su pastor la miraba serio. "¿Qué puedo hacer?". Su pastor le pidió que lo fuese a ver al día siguiente, pero que, de paso, comprase en el mercado una gallina, y que le fuese sacando las plumas y que las echase al camino. Extrañada, la mujer accedió. Regresó a ver al pastor. "¿Y ahora qué?". "Vuelve a casa, y recoge en un cesto las plumas que has ido tirando". "¡Pero eso es imposible; quizá podré recoger algunas, pero el viento habrá llevado la mayoría por todas partes!". El pastor asintió. "Así es. Del mismo modo, el viento ha esparcido tus murmuraciones por todas partes; el daño que le has causado a esa persona nunca podrá ser completamente reparado".

Ayer 2 de diciembre nos enteramos de que la niña tinerfeña muerta hace unos días no fue asesinada por su padrastro, su presunto maltratador, sino que simplemente -trágicamente- tuvo una caída fatal cuando jugaba en un columpio. Los servicios sanitarios canarios sospecharon que se trataba de malos tratos, de modo que fue activado el protocolo oficial para estos casos: el padrastro fue detenido y a los medios de comunicación les faltó tiempo para dar imágenes de su detención y propagar a los cuatro vientos su maldad. Pero la autopsia demostró lo que nadie (aparentemente) quería creer: el padrastro (curiosa la connotación negativa de este término) era inocente...

¿Cómo se justifica la crucifixión pública de este hombre, la ausencia de presunción de inocencia? ¿Cómo resarcirle? Pretende ahora llevar a los tribunales a todos aquellos que han contribuido a su linchamiento mediático. ¿Cómo no entenderle? Evitará un juicio formal, pero no el "algo habrá hecho", la tumba social que, entre todos, le hemos cavado. Los medios de comunicación deben reflexionar seriamente, porque su influencia (como mass media que son) en la sociedad es tremenda. Se multiplican las grandes portadas que se dirigen al sentimiento en lugar de a la razón. En busca del titular de impacto, los medios abandonan la objetividad flirteando peligrosamente con un sensacionalismo canallesco que puede acabar pudriendo  sin remedio -por apocalíptico que suene- los cimientos de nuestra sociedad. Pero no son solo los medios, es que somos todos. Babeantes, impacientes como espectadores de circo romano, devoramos nuestras víctimas antes incluso de que salgan a la arena. El sensacionalismo sí que es una pandemia, y no la gripe A.

PS. Añado al artículo un vídeo ilustrativo que Juanjo me ha enseñado. Poco más hay que decir.

Acción de Gracias

Acción de Gracias

Hoy, último jueves de noviembre, se celebra el Día de Acción de Gracias, la fiesta más celebrada con diferencia en Estados Unidos. Es un evento con una larga historia, que tiene que ver, llegado el tiempo de la cosecha, con la gratitud por los bienes recibidos de la tierra (ahora, con los invernaderos y la globalización, los conceptos de "siembra" y "siega" o "cosecha" son relativos). Aquí en Galicia, el Thanksgiving (el nombre en inglés) sería justo después de los magostos, tras la apoteosis castañil que llena (llenaba, mejor dicho, luego llegó la patata) las despensas de los fogares galegos.

Se dice que la primera fiesta de Acción de Gracias tuvo lugar en Boston, en 1623. En 1620, el Mayflower había desembarcado a 102 pilgrims (’peregrinos’), cristianos disconformes con el anglicanismo oficial y que "habían sido invitados" a irse de Inglaterra por el gobierno de su Graciosa Majestad. Fueron estos los primeros colonos ingleses, que con el tiempo habrían de fundar los Estados Unidos de América. Aunque con el tiempo vendrían los episodios oscuros de todo proceso colonial, parece ser que durante muchas décadas hubo un clima de cooperación entre los autóctonos y los recién llegados, que celebraron su buena estrella con una fiesta colectiva que además de oraciones de gratitud a Dios, incluía una cena a base de judías y otras verduras, arándanos y frutos secos, pastel de calabaza y, por supuesto, pavo.

A la hora en que estoy escribiendo este artículo, millones de pavos están listos para ser metidos en el horno: la cena de Acción de Gracias se ha convertido en una tradición nacional que sigue reuniendo hoy a las familias norteamericanas con el mismo espíritu de agradecimiento de antaño. A mí me parece una tradición muy sana. Pero independientemente de lo que podamos opinar sobre esta costumbre, hoy puede ser un buen momento para detenerse a pensar en lo que tenemos, y no para obsesionarnos con aquello de lo que carecemos. Es la base de la filosofía estoica. Basta de enredarnos en espirales de amargura, de ansiedad, de cinismo, venían a decir los estoicos. Llega la hora de agradecer, y no de quejarse. Llega la hora de empezar a disfrutar de las cosas sencillas, a apreciar las cosas buenas que nos rodean, a aceptar las dificultades, a vivir serenamente, en paz, lejos del mundanal ruido de los anuncios publicitarios y los caprichos que solo satisfacen por un tiempo. Creo que es a esto a lo que se refería Horacio con su carpe diem: aprovecha el día, no te afanes por el futuro, deja de ser esclavo del pasado. Amén.

Tele nuestra que en el salón estás, santificados sean tus canales...

Tele nuestra que en el salón estás, santificados sean tus canales...

Portada del tercer número de LaGaZetaDeTerZero

 

        Había escrito, allá por el mes de abril-mayo, este artículo para el tercer número de LaGaZetaDeTerZero, y me dio pena no tenerlo aquí, en mis "Meditaciones"...

 

        El 21 de noviembre ha sido declarado por la ONU Día Mundial de la Televisión. Y el 9 de diciembre, Día Internacional de la Radio y la Televisión a Favor de la Infancia. Con ello, parece que el sacrosanto organismo pretende concienciar a gobiernos y ciudadanos de todo el mundo de la necesidad de una emisión y un consumo responsable de la televisión. El hecho de que el tema preocupe tanto a la ONU tiene fácil explicación: la televisión se ha convertido en un electrodoméstico “de primera necesidad”. Sin ser, evidentemente, necesario, la mayoría de los hogares de todos los países del mundo, por modestos que sean, tienen un televisor. ¿No puedes tener televisor? Qué pena, qué miseria, fíjate. ¿No quieres tener televisor? Qué tío raro, qué fanático, a qué secta pertenecerá. No es una morfología determinada, no es un comportamiento determinado; lo que realmente nos diferencia de los primates es que nosotros vemos la televisión. Esto es algo que nos une a otros seres humanos, independientemente de su raza, su credo, su lugar de procedencia, su nivel cultural o su posición social. Cuando estamos en el extranjero, de viaje, tranquiliza ver en la habitación de tu hotel un televisor, aunque al encenderlo no te enteres de nada. Da igual, eso te hace sentirte un poco como en casa. Si hay parabólica, entonces es el acabose. 
         Y la cosa no queda ahí: en la inmensa mayoría de esos hogares, el televisor ocupa el centro del salón, que es considerado a su vez el lugar más importante de la casa. En la era en que lo religioso está pasado de moda, el hombre ha fabricado sutiles altares donde el dios catódico esparce su luz en formato panorámico y digital. Y aún más. Por si fuera poco, en muchos hogares no solo hay un televisor, sino que hay dos, tres, a veces tantos como miembros hay de una familia. Nuestras casas son auténticas templos con capillas televisivas. Tele nuestra que en el salón estás, santificados sean tus canales. Venga a nosotros tu programación... Indudablemente, somos “seres televisivos”.
        La televisión hoy es considerada sobre todo como una fuente de entretenimiento. Los menos adictos a la pequeña pantalla buscarán con sus mandos programas informativos o culturales. Típico intelectualillo que va de resabidillo. Otros añaden a su parrilla personal sus series favoritas, alguna película, algún buen programa de humor, el partido del equipo favorito... Y finalmente, otros se tragan horas y horas de tele sin apenas darse cuenta, especialistas del mando a distancia, manejando como malabaristas decenas de programas de todo tipo y condición. La adicción a la tele es tal que muchas veces el aparato es encendido como un acto reflejo, como un cigarrillo que en realidad no tienes ganas de fumar. Muchos seres televisivos buscan el televisor nada más entrar en sus hogares. Y aunque no haya nadie en el salón, su cantinela permanece inalterable, como si el botón de apagado solo pudiese apretarse en circunstancias extraordinarias.
       ¿Qué tendrá la tele de subyugante, de hipnotizante? Quienes tienen niños pequeños lo saben. Bajo el estímulo de la imagen en movimiento, lo primero que aprenden a decir no es “papá”, sino “on” y “off”. Sus primeros gateos son siempre en dirección al altar del salón. Comenzando a consumir tan temprano, se antoja imposible renunciar al hábito.  Pronto serán adictos a dibujos animados que enseñan a hacer llaves de karateka. Pronto la televisión se convertirá en una niñera que siempre está a mano y que nunca pedirá un aumento de sueldo o una tarde libre. Pronto en el supuesto horario de protección infantil se familiarizarán con las miserias del mundo de los adultos. De mayores, la tele les servirá de guía, será su biblia por la que desfilarán sus mesías favoritos, estrellas del prime-time y una incontable pléyade de personajes y opinadores profesionales que les dirán lo que tienen que pensar, les nutrirán de ideas, de filias, de fobias. Luego, en los momentos más duros, cuando las cosas vayan mal, la tele también les servirá de compañía, de medicamento contra la soledad, de balium contra la depresión, de sustitutivo de las conversaciones incómodas, de analgésico contra las preocupaciones del día a día, de anestésico paralizante para evitar pensar demasiado... No les hará falta mascotas. A la tele no tienes que sacarla a pasear dos veces al día, no tienes que recoger sus caquitas en el parque, no tienes que comprarle comida especial, no tienes que vacunarla, no tienes que bañarla.
       Con todo, la televisión y el televisor no serían lo mismo sin su imprescindible apéndice: el mando a distancia. Bendito sea el inventor del mando a distancia, bendito él entre todos los inventores. Un ser televisivo que se precie debe manejarse sin dificultad entre una montaña de mandos indispensables para sus aparatos-accesorios respectivos. Por otra parte, compruébese la histeria que produce perder el milagroso artefacto entre los cojines del sofá o los papeles de la mesa. A una todos los adoradores catódicos aparcan sus diferencias y hacen causa común en la búsqueda del santo grial, sin reparar en el hecho de que gastarían menos energía cambiando el canal manualmente... Otros seres televisivos, sin embargo, lo tienen claro: jamás sacrificarán su bien merecida postura en el sillón por levantarse, así que se tragarán el mayor bodrio sin mayor inconveniente, pues para eso han sido vacunados desde bien pequeños...
       Pero no todo está perdido. Entre la multitud lobotomizada, a veces se descubre algún valiente, un Obélix irreductible, que navega contracorriente, a quien le gusta leer, pasear o hacer deporte, quien prefiere una buena tertulia con diálogos inteligentes, quien busca en sus momentos televisivos una programación de calidad. Es selectivo, no traga cualquier bazofia, y a veces encuentra lo que busca. No es fácil. Tiene que huir de debates viles, de espectáculos denigrantes, de intimidades vergonzantes, de esquemas sosos y repetitivos. Lucha contra las grandes cadenas que cambian continuamente de horario, hasta volatilizar sin más los buenos programas que no resisten las cifras de audiencia esperadas, esas mismas cifras que aparentemente sostienen en la parrilla la basura televisiva, cuando en realidad esa basura se emite porque resulta mucho más barata.
       Resiste, héroe anónimo, joven televidente. Muchas de las series que por edad te interesarían tienen argumentos inverosímiles y están llenas de estereotipos, protagonizadas por personajes mafiosos con apodo de título nobiliario, o por caprichosos niños pijos, malcriados hijos de papá, supuestos adolescentes interpretados por actores treintañeros. En programas de frustrante actualidad, jóvenes corrientes, con los cuales podrías identificarte, venden sus miserias vitales en los platós, buscando el minuto de fama que dará sentido a sus vidas. En otros programas disfrazados de “experimentos sociológicos”, chicos y chicas pregonan su libertad para decir y hacer lo que quieran encerrados en Guantánamos voluntarios vigilados por una red de cámaras que cuelgan de los techos como telarañas.
       Sé sabio. Vigílate a ti mismo. Yo, que a nadie sirvo de ejemplo, trataré también de aplicarme el cuento...

El Parlamento: el templo de la palabra, del debate, del discurso...

Imagen extraída de El País

Creo que el anarquismo (en su dimensión ortográfica) no forma parte del ideario político del Partido Nacionalista Vasco, pero vistas las tamañas faltas (aprovar, hinundaciones...) de una enmienda presentada en la Cámara Vasca, puede que algún militante haya caído en algún tipo de tentaciones anarco-lingüísticas... "¡Fuera reglas, fuera opresión! ¡Avlemos como nos de la gana". Pero no encaja mucho. Quizá un atentado ortográfico-terrorista contra la lengua del Estado: "Undamos la ortografía, matemos al tirano!". Tampoco. Quizá un cachondo que quiso hacer una broma, para ver si conseguía sacar a alguien de sus casillas. Pero, tratándose de unas ayudas para unas inundaciones, pffff, no me creo semejante insensibilidad. Lo que está claro que no cuela es echarle la culpa al programa informático, no... Va a ser que, simplemente, algunos listos que gobiernan o pretenden gobernar nuestros destinos (snif), con independencia de su credo político, no tienen ni la más mínima cultura lingüística.

Madre mía, qué es lo próximo que veremos, qué será... Me ha gustado lo que ha dicho el señor González Pons: "El Parlamento fue y es templo de la palabra, del debate y del discurso. [...] Allí han estado los padres de la patria, los grandes oradores de quienes aprendimos a hablar"... Ya son otros tiempos, señor González Pons, ya son otros tiempos... Hoy el Parlamento es escenario de burdas discusiones donde reinan las descalificaciones, los argumentos vanos y artificiosos, el desinterés por llegar a acuerdos y soluciones consensuadas, y -desde esta semana- las más flagrantes faltas de ortografía.

La SGAE, al acecho del teatro del Siglo de Oro

La SGAE, al acecho del teatro del Siglo de Oro

Acabo de escribir en google las palabras SGAE y Calderón de la Barca. Esta en aparencia absurda asociación tiene ya más de 24000 registros en Internet. Este inusual hecho se explica porque la Sociedad General de Autores, organización pseudomafiosa a la que el dramaturgo del siglo XVII, por cierto, no está afiliado, quiere cobrar (14000 eurazos) el canon relativo a los derechos de autor de El alcalde de Zalamea, o para ser exacto (los derechos por la propiedad intelectual caducan, por regla general, a los 50 años, aunque depende del país) los derechos de autor de la versión que de la obra calderoniana ha hecho el poeta Francisco Brines.

¿Las versiones de obras clásicas pueden ser objeto de propiedad intelectual por parte del "versionador"? Sin duda sí: versionar una novela, para un público infantil o juvenil por ejemplo, exige un tremendo trabajo de muchas horas que debe ser respetado. El caso de El alcalde de Zalamea me parece bastante distinto. Es verdad que la comedia de Calderón está en verso, lo que dificulta la realización de una versión moderna, pero no es menos cierto que muchas personas podrían escribir una versión, mejor o peor, de ese texto teatral suprimiendo una frase aquí o allá, sustituyendo arcaísmos, resumiendo intervenciones, etc. Es algo que no exige tantas horas de trabajo, a mi humilde entender. Eso no quiere decir que no respete la labor de Brines en este caso concreto; simplemente que las diferentes versiones modernas de una obra clásica suelen diferir muy poco entre sí.

El caso se complica cuando me entero de que el señor Brines ha "donado" (imagino que gratis, claro) su versión al pueblo pacense de Zalamea de la Serena, que cada tercera semana del mes de agosto representa la obra de manera colectiva en una gran fiesta popular (500 voluntariosos vecinos participan como actores, ninguno es profesional). Dicha representación, una feliz idea que se materializa desde 1994, ha sido declarada de Interés Turístico Regional por la Junta de Extremadura. Mientras Brines seguramente se siente orgulloso de que su versión haga feliz a un pueblo entero, la SGAE mete sus narices en Zalamea de la Serena.

Entonces... ¿qué c... pinta la SGAE en todo esto? ¿Cuáles son los verdaderos intereses de la SGAE? ¿Proteger la cultura, como en el maravilloso caso de un pueblo entero que representa una obra de teatro de uno de los más brillantes escritores españoles? El alcalde actual debería tomar ejemplo del valor y la gallardía de Pedro Crespo, el alcalde de ficción, que no dudó en luchar contra la flagrante injusticia que se cometía en su pueblo. Y la SGAE debería explicar de una vez y de modo transparente cuánto cobra y cómo reparte lo que cobra (y si no, que haya de una vez una seria investigación oficial). Y los autores a los que la SGAE en teoría representa, deberían dar un manotazo en la mesa para que la sociedad no les tome por un grupo de aprovechados que hacen lo que más conviene a su bolsillo.

"Perdidos en la tribu"

Este domingo finalizó Perdidos en la tribu, el curioso programa de TV de la cadena Cuatro, en el que tres familias españolas pasaron 21 días en el seno de una tribu indígena (en este caso los bushman, los himba, los mentaway) para llegar a ser unos miembros más de la comunidad. Seguía el concurso con asiduidad; me gustaba la idea-concepto de aprender a convivir con un grupo de personas con unas reglas sociales y culturales completamente –diametralmente- diferentes. Por fuerza sentía cierta envidia de esas familias que vivían tamaña experiencia vital. Las lágrimas de todos al despedirse tras las tres semanas me hacían sentir que todo había merecido la pena, que el intercambio de experiencias, de ideas… habían enriquecido a todos.

Sin embargo, una de las cosas que por lo visto aprendieron algunos de los concursantes fue a valorar más lo que tenían en España. No sé a qué se referían, si a la coca-cola, si al sofá, si a la tele, si al pack coca-cola más sofá más tele. Qué decepción. 21 días para nada, solo para dar continuidad a ese tono paternalista colonial de aquel que se compadece del pobre salvaje que anda en taparrabos, que hace sus necesidades en el campo, que sacrifica a los espíritus algún animalito… Qué pena.

Puestos a aprender, podrían haber aprendido algo del ancestral amor de estas gentes por la naturaleza, del sólido respeto a la sabiduría de sus ancianos, de la rica tradición literaria que pasa de padres a hijos, del sencillo placer de una conversación bajo las estrellas y al calor de una fogata, del innato sentido de la solidaridad con el prójimo, de la manera en que comparten sus risas y sus lágrimas.

A Nuria Roca se le olvidó preguntar una cosa: el grado de felicidad de unos y otros. Quizá simplemente no se atrevió. Sería insoportable reconocer que nosotros, en el fondo, con todas nuestras maravillas tecnológicas, somos menos felices.

Semana Santa

La Semana Santa, con su típico e infinito rosario de procesiones, ha concluido. Seguro que hay excepciones, pero la mayoría de los apasionados de esta imaginería paseante volverán a sus rutinas vitales en las que poco o nada se acordarán de Dios y de este fervor pascual suyo. Yo me pregunto qué tendrá que ver el sencillo mensaje del cristianismo bíblico con este folklore santero de imágenes empapeladas de flores y billetes de cincuenta euros. Jesús, que luchó denonadamente con sus palabras contra la hipocresía, el fanatismo y el tradicionalismo religioso de sus contemporáneos, se habría echado las manos a la cabeza ante las multitudinarias demostraciones de encendida pasión de los encapuchados y sus acólitos, que atemorizan más que invitan a una serena reflexión sobre qué significa en verdad la Semana Santa. Yo, que creo en Dios y en lo que dice la Biblia, pero que no comparto este festival procesional, sí tengo predilección por una imagen de Cristo: el relieve que un preso anónimo hizo en la pared de la celda 21 del bloque 11 (el “bloque de la muerte”) del Campo de Concentración de Auschwitz. Esto sí que pone los pelos de punta.