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ISRAelPROFEDELENGUA

Enseñanzas de Robinson

No es nada nuevo que, cuando alguien tiene que tomar una decisión importante o analizar un hecho lo más objetivamente posible, sopese los pros y los contras, las ventajas y los inconvenientes, escribiéndolos en un papel. Recuerdo que yo mismo lo hice una vez, cuando me propusieron un lectorado en San Petersburgo al año de regresar de Minsk, ya metido de lleno en la vorágine de las oposiciones… Robinson Crusoe lo hace también, para –como dice él- “liberar los pensamientos que a diario me afligían”. Escribir sobre algo nos ayuda a poner orden en nuestros pensamientos, a tomar cierta perspectiva de las cosas, a reflexionar, a tratar de manera menos desapasionada y más efectiva los problemas o las circunstancias que vivimos. Una gran lección pero no la única ni la más importante.

La segunda gran lección de este fragmento de la novela de Daniel Defoe es que por problemática que pueda parecer una situación, hay que tratar de tener una mente positiva, mirar la botella medio llena, como se dice coloquialmente.  A veces no es fácil, pero la amargura no nos conduce a nada. Los problemas pueden ser tomados como desafíos; y si tienen solución entonces, ¿para qué preocuparse excesivamente? El náufrago por excelencia, Robinson, tiene esta actitud constructiva, y como consecuencia de ello, puede prepararse y adaptarse mejor a su nueva vida: “comencé a ocuparme de mejorar mi forma de vida, tratando de facilitarme las cosas lo mejor que pudiera”.

Aquí está el fragmento de este clásico de la narrativa universal, publicado en 1719 y que bien pudo basarse -al menos en parte- en la experiencia del español Pedro Serrano...

Comencé a considerar seriamente mi condición y las circunstancias a las que me veía reducido y decidí poner mis asuntos por escrito, no tanto para dejarlos a los que acaso vinieran después de mí, pues era muy poco probable que tuviera descendencia, sino para liberar los pensamientos que a diario me afligían. A medida que mi razón iba dominando mi abatimiento, empecé a consolarme como pude y a anotar lo bueno y lo malo, para poder distinguir mi situación de una peor; y apunté con imparcialidad, como lo harían un deudor y un acreedor, los placeres de que disfrutaba, así como las miserias que padecía, de la siguiente manera:

Malo

  • He sido arrojado a una horrible isla desierta, sin esperanza alguna de salvación.
  • Al parecer, he sido aislado y separado de todo el mundo para llevar una vida miserable.
  • Estoy separado de la humanidad, completamente aislado, desterrado de la sociedad humana.
  • No tengo ropa para cubrirme.
  • No tengo defensa alguna ni medios para resistir un ataque de hombre o bestia.
  • No tengo a nadie con quien hablar o que pueda consolarme.

Bueno

  • Pero estoy vivo y no me he ahogado como el resto de mis compañeros de viaje.
  • Pero también he sido eximido, entre todos los tripulantes del barco, de la muerte; y Él, que tan milagrosamente me salvó de la muerte, me puede liberar de esta condición.
  • Pero no estoy muriéndome de hambre ni pereciendo en una tierra estéril, sin sustento.
  • Pero estoy en un clima cálido donde, si tuviera ropa, apenas podría utilizarla.
  • Pero he sido arrojado a una isla en la que no veo animales feroces que puedan hacerme daño, como los que vi en la costa de África; ¿y si hubiese naufragado allí?
  • Pero Dios, envió milagrosamente el barco cerca de la costa para que pudiese rescatar las cosas necesarias para suplir mis carencias y abastecerme con lo que me haga falta por el resto de mi vida.

En conjunto, este era un testimonio indudable de que no podía haber en el mundo una situación más miserable que la mía. Sin embargo, para cada cosa negativa había algo positivo por lo que dar gracias. Y que esta experiencia, obtenida en la condición más desgraciada del mundo, sirva para demostrar que, aun en la desgracia, siempre encontraremos algún consuelo, que colocar en el cómputo del acreedor, cuando hagamos el balance de lo bueno y lo malo.

Habiendo recuperado un poco el ánimo respecto a mi condición y renunciando a mirar hacia el mar en busca de algún barco; digo que, dejando esto a un lado, comencé a ocuparme de mejorar mi forma de vida, tratando de facilitarme las cosas lo mejor que pudiera.

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