"Spanish movie" y el Quijote
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El otro día fuimos a mi entrañable cine “Avenida”, en Caldas de Reis. El precio (tres euros con cincuenta) y la agradable sensación de vivir casi en soledad la magia del séptimo arte, compensan con creces el mes de retraso con el que se proyectan las cintas y las pequeñas incomodidades de una sala de cine que debe de datar de los años 60 ó 70. Tocó ver –mirar- Spanish Movie, una película con un elocuente título que venía a decir que se trataba, en esencia, de una Scary Movie (o una Epic Movie, o una Disaster Movie) a la española...
Unas risas nunca vienen mal, y menos en una desapacible tarde invernal, y con esa intención allá nos fuimos… Y momentos graciosos, húbolos, justo es reconocerlo, y las actrices protagonistas aguantaron el tipo bastante bien, pero el guion acabó por embarullarse de tal manera que me perdí, sin saber qué se estaba parodiando exactamente. Me pareció también que, a medida que avanzaba la peli, se iba cayendo más en el gag facilón, como si me sirvieran un café de risas instantáneo, para servirlo rápido y apurarlo de la misma manera: deprisa y corriendo. Salí convencido de que la pretendida parodia no había sido más que una veloz sucesión de pretenciosas paridas...
Ya en casa reflexioné un poco sobre qué es una parodia. Parodia significa (DRAE dicit) ‘imitación burlesca’. Eso parecía ser lo que había visto esa tarde: una imitación burlesca de unas películas españolas, a saber, El laberinto del fauno, Los otros, Volver, El orfanato, Mar adentro, Los lunes al sol, Abre los ojos… Todos, en mi opinión, unos largometrajes magníficos. El laberinto del fauno me pareció pura excelencia, una original mezcla de drama histórico y fantasía; Los otros, El orfanato y Abre los ojos, unos estupendos ejemplos de técnica cinematográfica puesta al servicio del misterio y el suspense; Mar adentro, una brillante poetización de una terrible tragedia personal; Volver, y Los lunes al sol, vigorosas historias con un interesante trasfondo social o costumbrista…
Pero, ¿qué debe ser objeto de la parodia? ¿Algo puede estar libre de la parodia? Por supuesto que no, alguien dirá, sostenido por el indiscutible argumento de que hoy puede hacerse cualquier cosa. Ya. Pero la parodia, hermana de la caricatura, debe buscar a través de la ridiculización remover la conciencia crítica. Se parodia, así, algo que se quiere criticar. Cualquier cosa es susceptible de ser parodiada, pero la imitación burlesca, en mi entender, debe hacerse precisamente de aquello que despierta cansancio, irrisión, mofa… y no admiración. Una auténtica Spanish Movie por ejemplo, podría ser una parodia de las películas del destape de los años 70…
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Algunas de las mejores obras literarias clásicas castellanas presentan elementos que transgreden modas establecidas provocando interesantes efectos críticos. Los cánticos de serrana del Libro de Buen Amor parodian la pretendida nobleza del sentimiento amoroso. La Celestina ironiza sobre las idealizadas relaciones del amor cortés, conduciendo a sus protagonistas a la tragedia cuando estos se dejan llevar por una pasión sin medida. El Lazarillo critica la vacía religiosidad de la sociedad a través de constantes e indirectas alusiones bíblicas y eclesiales.
Pero el "Spanish Book" por excelencia es el Quijote, que imita burlescamente la moda de los libros de caballerías, que había empezado en el siglo XV, como resultado de la evolución de la prosa hacia una literatura de entretenimiento, fruto de las nuevas condiciones sociales e históricas de esa centuria. Eran éstos libros de aventuras sin fin en épocas remotas y lugares exóticos, protagonizadas por héroes prototípicamente magníficos, honorables y enamorados, que acababan superando la oposición de los malos y cualquier obstáculos que en su camino se pudiera presentar. Esos personajes eran absolutamente planos, y las narraciones de sus aventuras, ovillos episódicos que se hacían y deshacían a voluntad del autor. Esta receta gozó del favor del público durante mucho tiempo.
Cervantes, probablemente alentado por un romance de argumento similar, inventó un personaje verosímil que perdía completamente el juicio leyendo esos libros de caballerías, y que construía un fantasioso mundo caballeresco a su alrededor, y que, en consecuencia, sufría como resultado todo tipo de burlas, golpes y contratiempos. Cervantes vio el caballeresco como un género literario burdo y absurdo, discapacitado para despertar emociones, y fue el cómicamente obsoleto y deschavetado don Quijote de la Mancha el encargado de recordarlo. Pero los genios son genios, y cuando dan un brochazo en un lienzo transforman una tela blanca en una obra inmortal: el Quijote trascendió su misión paródica, aunque esta es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Imaginémonos una obra que parodiara simultáneamente la Celestina, el Lazarillo, el Quijote, La vida es sueño, La Regenta, La casa de Bernarda Alba… ¿Parodiar obras maestras de nuestro patrimonio artístico? ¡Disfrutémoslas, admirémoslas, aprendamos de ellas! Parodiar lo sublime es como sacar a la luz nuestra más absoluta vulgaridad, un modo de justificar nuestras anodinas y mezquinas existencias. Quizás eso forma parte de nuestra naturaleza: ensalzar lo mediocre y despreciar lo excelso. No digo que las películas que he citado más arriba sean dignas del Elíseo cinematográfico, pero seguro que son más dignas de aplauso que de sorna.
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